«Si un terrorista fuera pelirrojo, ¿alguien diría que todos los pelirrojos son terroristas?» Se lo pregunta Omar (nombre ficticio), un joven en paro que reside en San Andrés, uno de los barrios de la capital murciana que más población musulmana registra. Omar no quiere fotos para el periódico y hasta admite que el nombre que nos da es falso. Si hay un miedo, es a sufrir rechazo. Son musulmanes, no son terroristas, como muchos practicantes de este credo han querido dejar claro, también en redes sociales, desde que la masacre de París conmocionase a Europa el pasado viernes 13.

San Andrés es un barrio céntrico y multicultural de comerciantes en el que la gente no quiere hablar de guerra, sino de paz. Estos días se ven carteles que anuncian las fiestas de la barriada: su patrón se festeja el 30 de noviembre. En una mañana de viernes, mientras un grupo de visitantes espera en la puerta del Museo Salzillo, hombres de origen árabe conversan en una terraza colindante con la estación de autobuses. Al lado, en la calle Sierra Nevada, se concentran gran cantidad de bazares, peluquerías y carnicerías con sus letreros escritos en caracteres árabes. También hay comercios latinos, como La Parrillada del Guayaco. En una vía, el bautizado como café Tolerancia linda pared con pared con la tienda de ropa Moda París.

Algunos vecinos acceden a hablar, pero nadie quiere foto. Temen que los estigmaticen por ser musulmanes, porque una parte de la sociedad lo hace. «Los refugiados no traen guerra: vienen de una guerra», recuerda Luz, que hace años llegó de su Colombia natal para instalarse en Murcia. Ella, vecina de San Andrés, no sufre la islamofobia, pues no es árabe, pero sí «desprecios por ser 'panchita', como dicen ustedes», comenta, con una sonrisa. A propósito de los refugiados, Aurora, que fuma un cigarro mientras espera que llegue su Blablacar a la puerta de la estación de autobuses, interviene: «El ISIS quiere que en Occidente la tomemos con los refugiados, porque les da rabia que ellos prefieran la vida en Europa. Los malos quieren que la gente se quede viviendo en su supuesto califato ideal, pero esa gente lo que quiere es salir de esa espiral de terror». Aurora (que es psicóloga, de Madrid y está en San Andrés de paso, tras bajarse de un autobús desde Andalucía) considera que hablar de tolerancia es «un error». «No se trata de tolerar al Islam. Con tolerar estás dando por hecho que es algo malo, pero que lo aguantas porque finges respeto. Se trata de darse cuenta de que no es algo malo», argumenta. «Islam enseña a respetar», espeta un hombre, de rasgos árabes, que pasa por la calle y escucha la conversación. Tampoco quiere foto, y prefiere no decir su nombre. Se va rápido del corrillo. «No son malas personas, es que estos días los miran mal», alega Luz.