­ El que fuera presidente de la Confederación Hidrográfica del Segura en los años 80, Emilio Pérez Pérez, falleció el pasado jueves en Murcia a los 85 años de edad. Jumillano de adopción, Emilio Pérez nació en Zamora en 1930.

El Presidente de la Real Academia de Legislación y Jurisprudencia de la Región de Murcia, Juan Roca Guillamón, recuerda que era funcionario técnico superior del ministerio de Agricultura, un experto jurista en temas de reforma agraria y «muy reconocido especialista a escala nacional» en el campo del Derecho de Aguas.

La parte más importante de su vida profesional transcurrió en nuestra región, con importantes responsabilidades, entre otros organismos, en el IRYDA, la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) -organismo que presidió durante un lustro, entre 1983 y 1988- y en la consejería de Obras Públicas y Politica Territorial, donde fue Jefe de sus servicios jurídicos hasta su jubilación.

Vinculado a la Facultad de Derecho, realizó su tesis doctoral bajo la dirección del catedrático de Derecho Civil Juan Roca Juan, «con quien siempre mantuvo una estrecha relación académica y personal», comenta el presidente de la Academia. «Autor de importantes libros, Pérez formó parte del núcleo de técnicos que, especialmente preocupados por los problemas del agua en nuestra región, como Melchor Senent o Francisco Cabezas, organizaron junto con la Universidad de Murcia con gran éxito el I Congreso Nacional de Derecho de Aguas», indica.

En opinión de Juan Roca, «su valiosa trayectoria profesional fue determinante en su elección como Académico de Número de la Real Academia, donde desempeñó con ilusión el puesto de bibliotecario durante muchos años».

En el plano personal, Roca destaca «sus profundas convicciones religiosas, su altura moral y su carácter bondadoso, que le llevó a contar con numerosos amigos que le respetaban y admiraban. Desde la Real Academia queremos dar nuestro más sincero pésame a sus cuatro hijas y a su esposa, María».

El presidente del Instituto Euromediterráneo del Agua, Francisco Cabezas, que fue jefe de Planificación del Segura durante la presidencia de Emilio Pérez, destaca que un periodo fundamental en su trayectoria personal y profesional fue su etapa al frente de la CHS.

En esta época se iniciaba el proceso de transición legislativa entre la antigua Ley de Aguas de 1879 y el nuevo ordenamiento que cristalizaría en la Ley de 1985. «Emilio jugó un papel de primer orden en esta transición, contribuyendo a preparar el nuevo ordenamiento en lo que él consideraba una de las grandes obras de su vida como servidor público», explica.

Algunos hitos importantes del proceso fueron la culminación de la Ley de 1985 y su requerida integración de las Comisarías de Aguas y las Confederaciones Hidrográficas para formar el nuevo organismo de cuenca: las Confederaciones Hidrográficas.

«Emilio fue el artífice principal de la del Segura. Además, inició el impulso de la planificación hidrológica, para lo que se creó un grupo informal con los presidentes de las Confederaciones del Segura, Guadalquivir y Ebro, y sus respectivos jefes de Planificación. Este grupo pionero fue avanzando y desbrozando el camino de lo que vendría después», añade.

La intervención de Emilio Pérez en el desarrollo de los reglamentos de la Ley de Aguas «fue igualmente determinante». En este contexto, manifiesta Cabezas, «siempre se esforzó por integrar las aguas subterráneas en el nuevo marco», y suyas fueron las novedades relativas a sobreexplotación de acuíferos, o el régimen transitorio para las aguas subterráneas de la normativa.

También fue determinante para la promulgación del RDL 3/86, por el que se declararon reservadas a favor del Estado todas las aguas aún no asignadas en la cuenca del Segura, «fijando por vez primera en España una limitación absoluta al desarrollo de nuevos aprovechamientos ante la ya palmaria escasez de recursos», relata Cabezas.

Durante su presidencia vivió crisis de grave sequía e innumerables dificultades de todo tipo, «que siempre procuró superar con su carácter dialogante, sus profundos conocimientos jurídicos, su bondad natural y, en última instancia, su hombría de bien», apunta Cabezas.

«En los tiempos que corren, en los que el discurso del agua parece haberse apartado de la racionalidad y el buen juicio para sumergirse en una banal mediocridad, se echan en falta personas como él, siempre recto y abierto, riguroso, fiel a sus principios y capaz de transmitir la ilusión por ellos a los que tuvieron la suerte de estar en su cercanía», destaca por último.