Cae la noche y una veintena de guardias civiles uniformados escuchan atentamente las instrucciones de su jefe en una sala del centro integral de seguridad de Los Alcázares. «Esta noche vamos a establecer un control preventivo en el kilómetro cero de La Manga», les anuncia el alférez Alegría, al mando de la Unidad de Seguridad Ciudadana (USECIC) de la Guardia Civil -los conocidos como ´linces´- que se traslada a la costa en verano para reforzar la vigilancia y a la que un equipo de LA OPINIÓN acompañó en la noche del pasado martes 18 de agosto.

El oficial recuerda el protocolo a seguir durante el control, encarga a uno de los linces que localice a un implicado en una pelea y recuerda que, debido al nivel IV de alerta antiterrorista -«el que había en los peores años de ETA»-, todos deben ir protegidos con chalecos antibalas.

También apunta a que el estado de la mar, totalmente en calma ese día, puede propiciar la llegada de pateras. Antes de partir, ordena a varias patrullas que cojan un camino más largo, pasando por poblaciones como Los Nietos y Los Urrutias. «Que la gente nos vea», arenga el alférez.

Antes de montar el control, los linces, que lucen una boina en lugar del emblemático tricornio de la Benemérita, tienen que levantar un atestado por una mujer que se había metido de noche en el mar en La Manga con intención de quitarse la vida. La sacó del agua un vecino y la atendió una ambulancia del 112, que la trasladó a un hospital. La USECIC levantó atestado y se ocupará de la investigación, pues en la arena había dejado una bolsa con mil euros en efectivo. «Nuestra función es prevenir y controlar la delincuencia, pero también realizamos labores humanitarias», afirma Alegría. «Vigilamos las zonas de afluencia de personas, como conciertos y discotecas, escoltamos a autoridades, y también actuamos en catástrofes y NRBQ (Nuclear, Radiológica, Biológica y Química). Hemos sido los responsables de preparar a la Guardia Civil para el protocolo del ébola», indica el mando policial.

El reloj marca la medianoche cuando los linces llegan al punto en el que establecerán el control. Todo el que entre a La Manga a partir de ese momento quedará a su merced. El dispositivo se monta en cuestión de minutos. «Lo fundamental para nosotros es la seguridad del equipo y de la vía», afirma el jefe. Unos colocan los ´ovnis´ (las luces parpadeantes que brotan del suelo), otros ponen los conos, otros forman la ´ese´ (dos vehículos cruzados) y los que cierran el control instalan los pinchos. Cualquier intento de huir es inútil y solo sirve para empeorar las cosas. «Hay de todo, un día perseguimos a un tractor que trataba de escapar», cuenta uno de los guardias. Un grupo de agentes se encarga de seleccionar los vehículos que serán identificados y registrados. El criterio queda en manos de su intuición profesional, «de nuestra vista de lince para detectar la delincuencia», dice el guardia civil Diego, que pertenece a esta unidad desde su creación en el año 2002.

«¿Es que pasa algo?», pregunta una viandante, alarmada por el despliegue policial. «No, señora, pero esto precisamente es para que no pase nada», responde un agente. Y es que la prevención, y no el afán recaudatorio, es el fin de este tipo de controles. «Que el delincuente sepa que estamos vigilantes», defiende Alegría. Lo cierto es que ver a los robustos miembros de la USECIC causa impresión y respeto entre los ciudadanos, tanto a los conductores que se encuentran con el control como en los que transitan la vía. Un niño que paseaba con su padre estaba impresionado al ver el dispositivo. Quizás le entre la vocación policial, aunque ahora lo que quiere ser de mayor es conductor de tractores.

En el control del pasado martes, la Guardia Civil sancionó a un conductor que llevaba una pequeña cantidad de marihuana en el coche y que tenía pendiente una citación en el juzgado. También a un ciudadano ucraniano que tenía en el vehículo dos pistolas simuladas. La mayoría de los vehículos registrados pudieron seguir la marcha. «Siempre impone, pero cuando no tienes nada que ocultar, estás muy tranquilo», confesaba Jorge, un veraneante madrileño que venía de cenar con sus amigos en el Burger de Cabo de Palos.

Los controles suelen durar media hora y la tarea de desmontar es una de las más importantes, también solventada en cuestión de minutos.

Quizás por ser martes de la segunda quincena de agosto, el control fue tranquilo, pero hace unos fines de semana, sin embargo, hubo 30 denuncias por tenencia de drogas y armas, según el alférez Alegría. De vuelta al cuartel general de Los Alcázares, la USECIC recibió el aviso de un vehículo de la marca Mercedes robado en Balsicas y varias patrullas salieron a tratar de cortarle las vías de escape por carretera. Los linces están en todo.