La bodega jumillana Casa Castillo organizó la semana pasada una cata de todas las añadas de su vino 'top' Casa Castillo Pie Franco, que José María Vicente lleva elaborando desde 1998 con las uvas de una única parcela de Monastrell en vaso y en secano -como toda la finca- plantada en 1941 sin injertar o 'a pie franco'. Un vino tradicional, sin maquillajes, que apuesta por la zona más allá de las modas y que, sin embargo, ha sido puntuado recientemente con 97 sobre 100 puntos Parker. Pero este vino es un caso raro en el Levante.

Como explica en un reciente artículo el conocido crítico gastronómico Víctor de la Serna, «la mitad sur de España no posee ningún historial de producción de vinos tintos de calidad, y menos aún de vinos de guarda con crianza, capaces de mejorar largos años en botella». «Las castas tintas autóctonas se consideraban solamente aptas para su exportación a granel para añadir color y grado a vinos de otras latitudes», añade.

Una cata vertical (de todas las añadas del mismo vino) permite evaluar la tipicidad, la añada, la evolución en la elaboración... Especialmente si siempre se ha empleado la misma parcela. Pero es exponente, además, de la solidez de un proyecto familiar cimentado en el viñedo propio y la confianza en lo local desde la autenticidad, un camino difícil y poco comercial, pero que ha logrado el reconocimiento internacional de la crítica especializada y de los consumidores exigentes.

Las añadas catadas fueron 1998, 1999, 2000, 2001, 2005, 2006, 2008, 2010, 2011, 2013 y 2014. Más que una cata formal, la comida se desarrolló como una reunión de placer en torno a la gastronomía del sureste, donde algunos de los cocineros colaboraron con sus platos y Guillermina Sánchez-Cerezo, excelente cocinera y madre de José María Vicente, preparó unos típicos gazpachos jumillanos y un rico arroz con conejo y caracoles. Y eso que el elenco de comensales podría impresionar al mismo Jordi Cruz, de MasterChef: J.A. Navarrete, sumiller del restaurante Quique Dacosta, en Denia (tres estrellas Michelin); Alberto Redrado, sumiller y copropietario de L'Escaleta, en Cocentaina (una estrella Michelin); David Rabasa, sumiller del restaurante valenciano Ricard Camarena (una estrella Michelin); Joan Belda, sumiller de La Cabaña de la Hacienda Buenavista, en Murcia (una estrella Michelin); Sergio Serrano, sumiller de La Finca, en Elche; Luis Rodríguez, propietario y cocinero de Casa Elías, en El Xinorlet, Alicante, y los murcianos Jesús Ortega, propietario y cocinero del restaurante El Sordo, y Juan José Monteagudo, propietario y sumiller de El Churra, además del ya citado Víctor de la Serna.

Fueron muchas y enriquecedoras las conversaciones, confluyendo en que dada la estructura del sector, por desgracia un vino del sureste español nacido del cultivo tradicional es algo poco común.

El propio De la Serna escribe: «El Pie Franco 1998, todavía hoy fresco como el primer día, es un vino que debería ser considerado junto a los más monumentales del siglo XX en España, como el Vega Sicilia 1942 o el Marqués de Riscal 1945. Poderoso, mediterráneo con su monte bajo y su esparto, pero de enorme elegancia, fue el vino que más contribuyó a romper el mito, totalmente erróneo, de que la Monastrell era una uva oxidativa, incapaz de dar vinos con una evolución positiva de años». Además de un gran viñedo, conformado durante años a base de viticultura y conocimiento del terreno, detrás de un buen vino hay una persona capaz de entender la elaboración como un proceso respetuoso, que no precisa de maquillajes ni de productos enológicos. Más allá del prestigio y el aval de los profesionales y los expertos, el consumidor de a pie, y que además pide un vino de su zona, tiene también la posibilidad de reconocer su tierra y sus aromas en los vinos de Casa Castillo, a unos precios más que razonables.