Las miles de medusas que se han acumulado en las playas de La Manga del Mar Menor y en la costa de Mazarrón en los últimos días por el efecto de las corrientes y los vientos de Levante son el mayor síntoma de los problemas de salud del Mar Mediterráneo. Esta es la principal conclusión de los biólogos especializados que creen que no se debe dejar pasar por alto una señal como ésta y empezar a tomar medidas. La proliferación de medusas en el mar no es un problema exclusivo de la Región, ni siquiera es un problema exclusivo del Mar Mediterráneo, pero las consecuencias sí que pueden afectar mucho a la calidad de vida de los murcianos y a su economía.

«¿Se imaginan qué hubiera ocurrido si este fenómeno hubiera pasado hace solo unos días, en Semana Santa, y el efecto que hubieran tenido en las reservas hoteleras?».

La pregunta la lanza el catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia Ángel Pérez Ruzafa, que tiene muy claro que esta abundancia de medusas «muestran que claramente hay un desajuste al que hay que tener en cuenta porque nos va mucho en ello». En su opinión, la Región de Murcia está tardando en establecer un sistema permanente de observación y vigilancia de las poblaciones de medusas.

«No tenemos mecanismos de seguimiento y eso nos obliga a especular ahora, porque no sabemos si estos bancos concretamente han crecido por las altas temperaturas del final del invierno o por otra causa. Necesitamos registros y estaciones fijas que nos permitan comprender el fenómeno», sostiene Pérez Ruzafa.

Los científicos de todo el mundo han llegado a la conclusión de que los factores que influyen en este fenómeno son esencialmente cuatro: el incremento de nutrientes en el mar -por causa de vertidos y de la filtración de sales provenientes de la agricultura- que hacen que aumente el alimento de las medusas; el aumento de la temperatura del mar por el efecto del cambio climático y que favorece a algunas especies; la pesca intensiva, que reduce las poblaciones de muchas especies y provoca que los ecosistemas los colonicen medusas y otros 'grandes filtradores'; y la reducción de la presencia de los depredadores de las medusas: las tortugas y algunas especies de tiburón.

«La suma de todos estos factores es lo que crea la situación actual que tiene muy preocupados a los científicos de todo el mundo y que deberían llevarnos a tomar medidas», apunta Julio Mas, investigador del Instituto Español de Oceanografía en Murcia, que también cree que sería positivo poner en marcha los sistemas de observación. «Que haya muchas medusas no solo es molesto para el baño si se acercan a la playa. Las medusas difícilmente pueden matar a un pez adulto, pero sí que pueden filtrar sus larvas y que de esta manera pueden reducir en mucho las poblaciones de algunas especies», alerta Mas, que recuerda que a día de hoy el 80% de los caladeros del mundo ya están sobreexplotados.

Ángel Pérez Ruzafa explica de manera muy gráfica el problema de las medusas: «Es como si nosotros de pronto tuviéramos una subida de leucocitos en la sangre; significa que estaríamos desajustados». De las medusas se dice que son beneficiosas porque ayudan a limpiar la contaminación y a equilibrar los ecosistemas, pero no siempre es así. «Las características especiales del Mar Menor hacen que la especie predominante se alimente de diatomeas y ayuda a esta limpieza del agua, pero en el Mar Mediterráneo, no es algo tan claro porque al ser un espacio tan abierto su influencia no es tal», explica el catedrático de la UMU.

Los científicos advierten de que confiar en los mecanismos de autorregulación del mar y no tomar medidas que frenen la llegada de nutrientes al mar puede ser arriesgado.