Seguro que aún se acuerdan de la campaña publicitaria futurista que hizo Amazon hace algo así como un par de años. Los pedidos llegaban directamente a casa gracias a una tecnología revolucionaria que permitía eliminar mano de obra, se quitaban de encima a las empresas intermediarias, eliminando así el coste de distribución.

Lejos de la realidad, los llamados drones, palabra inglesa que significa zumbido y que caracteriza el ruido que hacen, dominan el aire, pero ni se acercan a la ilusión que tenía el gigante de las ventas online.

Al igual que cuando se inventó internet, el Ejército fue pionero en trabajar con los drones. El uso militar fue para lo que principalmente se crearon. Misiones de vigilancia, ataques inesperados, e incluso, para misiones tan peligrosas que no se arriesgaban a poner la vida de ningún soldado en juego.

Estos drones del Ejército son Vehículos Aéreos no Tripulados (UAV), manejados por control remoto, que requieren de un permiso y licencia de vuelo, y experiencia para pilotarlos, al igual que una aeronave tripulada.

Su elevado coste los hacía muy valiosos y poco comerciales, pero, cada vez más, su uso se está generalizando.

Las administraciones los utilizan para labores de extinción de incendios, localización de personas en rescates, transporte urgente de medicinas, e incluso eliminar plagas como el picudo rojo, dentro de sus cometidos legales y beneficiosos.

Incluídos en sus múltiples usos, también destacan los delictivos. Hace apenas un par de semanas, uno de estos drones calló en Tijuana con tres kilos de drogas sintéticas, y es que según la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA), muchos cárteles del narcotráfico mexicanos están construyendo sus propios drones para introducir droga en EE UU, y últimamente se ha registrado un aumento considerable.

Estos aparatos tecnológicos van a ser una revolución en el futuro no muy lejano, «pero aún nos queda camino por recorrer», asegura Juan Guerrero, responsable de Servicios Aéreos Costa Cálida S.L. Esta empresa es la única en la Región de Murcia encargada de impartir el curso necesario que acredita ser piloto de dron. Y es que para poder manejar uno de estos aparatos a nivel profesional, es necesario realizar este curso.

Existen dos modalidades para este cometido, un curso básico que cuesta 700€, y otro avanzado por 900€.

El básico consta de unas 9 asignaturas entre las que se incluye una de meteorología, normativa, comunicaciones, etc., que es casi lo mismo que se le exigiría al piloto profesional de avión, y con el que solo puedes pilotar un dron de un máximo de 25 kilos, 500 metros de longitud y 120 de altitud, siempre dentro del alcance visual. El avanzado incluye además un curso de comunicaciones avanzadas y permite pilotar un dron de 2 kilos de peso a una distancia máxima de 200 kilómetros.

En España solo existe un modelo de dron profesional con certificado para su comercialización, según asegura Guerrero. «Israel vende drones a todo el mundo, somos distribuidores de tres marcas israelitas».

Mercado europeo

En Europa se mueven a pasos de gigante en este sector. En la convención que se celebró la navidad pasada en Israel, Suecia compró 70 drones de unos 800.000 euros cada uno. «En España estamos más rezagados, pero cuando las administraciones inviertan en esta tecnología iremos creciendo», augura Guerrero.

Las facilidades que aportaría esta tecnología a empresas, tanto privadas como públicas, tendrían que tenerse en cuenta, así como el riesgo que suponen para la seguridad ciudadana. Los servicios de emergencia, bomberos y policía ya se están interesando por este tema. El coste que supone tener aviones de vigilancia constante para la prevención de incendios en verano se ve muy reducido si se hace con drones. Éstos incluyen cámaras térmicas, visión nocturna y todo tipo de sensores para informar de lo que está pasando, en tiempo real, desde lugares de difícil acceso.

Llegados a este punto hay que diferenciar entre dos tipos de drones, los llamados ´juguetes´ por la mayoría de los expertos, y los drones profesionales.

Para empezar, si comparamos los precios se ve una clara diferencia. Los primeros cuestan desde 50€ a 1.000€, y el segundo tipo lo podemos encontrar con un valor medio de 500.000€. Otra diferencia se ve en la autonomía. Los ´juguetes´ tienen una autonomía de vuelo en torno a los 30 minutos, y los otros pueden estar en el aire aproximadamente unas 10 horas. El tamaño también los suele distinguir, cabiendo algunos en la palma de la mano o en el maletero del coche, o los otros con una dimensión de 4 metros de largo. Y por último, la función que desempeñan. El dron pequeño, normalmente de tipo cuadricóptero, se utiliza con propósito recreativo o para prácticas profesionales que incluyan vídeo o fotografía. El grande, en cambio, tiene un cometido más importante, desde el control de plagas hasta la extinción de incendios.