En la Región de Murcia hay diagnosticados con autismo 850 alumnos y un buen número de ellos está escolarizado en aulas ordinarias, con niños que no tienen necesidades educativas especiales. Conseguir que se integren, que participen de la rutina escolar y que mejoren sus habilidades sociales son los grandes objetivos de padres, profesores y equipos de orientación. La tarea no es sencilla, sobre todo porque cada uno de estos escolares tiene unas necesidades concretas. Para poder mejorar los resultados de los profesionales de la consejería de Educación, la asociación Asteamur ha puesto en marcha un programa para personalizar el trabajo con estos niños y potenciar su evolución. Los padres asociados contratan a psicólogos y educadores especializados para que diseñen un plan especializado para sus hijos. Trabajan en colaboración con el equipo del centro y se convierten en una mano amiga que les guía cuando están en clase.

«Si la profesora organiza una asamblea con los alumnos, yo me siento con la niña e intento que siga la clase, le amplío la información con la agenda visual e intento que sea capaz de interactuar con el resto», explica María José Sáez, la psicóloga de la asociación que trabaja en el colegio Virgen del Carmen de Cartagena, un centro de integración en el que llevan años escolarizando a niños con necesidades especiales. Allí hay dos pequeños cuyos padres pertenecen a Asteamur y que han decidido formar parte de este proyecto.

En un mundo perfecto, con todos los recursos económicos disponibles, estos niños deberían estar siempre acompañados de alguien que les guiara y les ayudara a incrementar sus progresos sociales y también sus mejoras en el aprendizaje. Hasta que eso pase, estos padres han decidido pagar a personas que complementan la tarea que ya hacen los equipos de Educación.

Juan Carlos Pérez, presidente de la asociación, cuenta que normalmente todos los padres tienen a sus hijos en terapias privadas individualizadas fuera del horario escolar y «ese trabajo da resultado y es más fácil, pero también es menos práctico, porque donde realmente aprenden a socializarse es en el colegio». Por la necesidad de potenciar la evolución de los pequeños, nació la necesidad de plantear este proyecto a la consejería de Educación, que el año pasado se inició de forma experimental en algunos centros, que este curso ya está en 22 colegios y la idea es seguir ampliando el servicio.

Estos profesionales actúan de nexo también en el recreo y en pocas semanas se nota su presencia. También con el resto de compañeros de la clase. María José Sáez asegura que el resto de alumnos acepta muy bien a los pequeños con los que trabaja y responden bien cuando ella intentan que hagan alguna actividad juntos.

Cada niño es un mundo

Todos los niños son diferentes y tienen sus propias necesidades y eso, que se puede aplicar a toda la población, se multiplica cuando se trata de pequeños con un trastorno del espectro autista, lo que dificulta la tarea de los educadores. «A mi hija, por ejemplo, no le sale la imitación espontánea y en su caso la tarea más importante es la de la integración en el grupo», explica el presidente de Asteamur, que ya ha visto cómo la experiencia está resultando positiva para su hija y para el resto de niños.

Para que funcione el programa, el resto de educadores debe estar implicado porque, cuando los profesionales de la asociación no están con los pequeños, son los tutores los que deben intentar, en la medida de sus posibilidades, seguir las pautas que marcan los especialistas para que los niños sigan su evolución.

El objetivo de este proyecto y de todo el trabajo que se lleva a cabo con estos niños es conseguir que, con los años, alcancen el mayor grado de autonomía posible. El deseo de los padres es, sostiene Pérez, «que sean felices, sí, pero sobre todo que tengan el mayor grado de autonomía posible. Que sean capaces, incluso de tener un trabajo».