En el buzón viejo colgado en el portón de una vivienda de huerta de Beniaján está escrito el nombre de Juan González, de 55 años, conocido por sus paisanos como «un vecino más, agobiado por las expropiaciones de la autovía del Reguerón y con serias dificultades económicas por la bajada de ingresos de la conservera Jugosa de la que era titular tras haberla heredado de su padre».

Con la idea de que Juan «estaba con una mano delante y otra detrás» y a punto de ser expropiado, ninguno de sus vecinos se esperaba que en el interior de su nave industrial anexa a su casa, un bajo viejo y descuidado, se escondiera la mayor fábrica de billetes falsos de España, con más de dos millones de euros ´de mentira´. La Interpol ha seguido la pista a este hombre durante meses. Era el cerebro de la mayor trama de falsificación de moneda conocida en España, y con su arresto a principios de este mes en una operación que ha saltado a la luz esta semana, la Policía cree que la circulación de billetes falsos en toda Europa se reducirá notablemente.

Pero sus vecinos siguen sin creer que el niño «travieso» que creció corriendo entre los naranjos de la pedanía sea un delincuente buscado por la policía europea. «Nunca hubiéramos imaginado que dentro de la fábrica guardara dos millones de euros en billetes falsos», indica Carmelo, su vecino de negocio en el camino de Puente Tocinos donde está el almacén de Jugosa. «Precisamente lo que pensábamos era que estaba en la ruina», añade otro conocido del detenido.

No es de extrañar que a sus allegados les pille por sorpresa la detención de Juan como cabecilla de una banda que contaba con distribuidores de billetes falsos repartidos por toda Europa y que al parecer había hecho negocios con la Camorra italiana, según los datos de la Policía. Y es que, Juan también tenía falsificada su vida. Pasaba desapercibido y nunca lució algo que pudiera despertar la envidia o la curiosidad de sus vecinos. Vestía ropa de saldo, nunca un reloj caro colgó de su muñeca y circulaba en un Mercedes antiguo cuyo valor en el mercado no supera los cinco mil euros. Solo algún capricho de vez en cuando, según datos policiales, que indican que tenía una bicicleta de seis mil euros y algún aparato de última tecnología muy caro. Nada más.

Aunque la vivienda de Juan es una de las pocas de la zona que seguía habitada €la mayoría ya han dejado sus casas por las expropiaciones€, los vecinos que conocen a Juan explican que «creció en Beniaján con su familia, como un chaval normal». Un conocido de su familia añade que «su padre siempre intentó llevarlo por el buen camino porque de joven era un bala perdida, y le dejó a él su negocio de conservas Jugosa».

En la humilde casa en la que fue detenido, Juan creció junto a sus padres y su hermana Ofelia, conocida por su imputación y condena en el caso de corrupción Limusa, en el que presuntamente €la sentencia no es firme€ su marido malversó una elevada cantidad de la empresa municipal lorquina, y ella pagó los estudios en una cara universidad privada madrileña de su hija. «Era una empresa muerta, sin movimiento, no tenía trabajadores contratados y solo él, con una máquina y una furgoneta vieja, llevaba de vez en cuando un palé de latas de conserva y volvía poco después», comenta un vecino. «Vino a dejarme la furgoneta para que se la arreglara y me pagó en metálico pero, obviamente, en ese momento ni se me ocurrió comprobar si era falso», bromea.

En cuanto a su anterior detención en 2006, todos sus vecinos sabían del arresto, pero creyeron que Juan era cabeza de turco. «Sabíamos que había sido detenido por falsificación de billetes en 2006 junto a otros empresarios de Murcia, pero como al salir de la cárcel volvió a su vida humilde y no se largó a otra ciudad como hicieron los demás, pensamos que había sido el tonto que había pagado por los negocios de los demás... pero resulta que era el jefe... ¡Qué engañados nos tenía!»