"Esto es algo que se lleva para siempre, que te marca de por vida", asegura Francisca Guerrero, viuda del policía nacional Ángel García Rabadán, la única víctima mortal de ETA en Murcia. A pesar de que han transcurrido dieciocho años desde que su marido fue asesinado con un coche-bomba en la capital murciana, a Francisca todavía le cuesta hablar del día en el que "a mi marido le quitaron la vida y a los que nos quedamos nos la truncaron". Por eso, se rebela ante peticiones como las de Arnaldo Otegui, que alegaba tener una hija con problemas psicológicos para salir de prisión. "Él saldrá pronto de la cárcel y volverá a estar con su familia, pero los míos no volverán a ver a su padre". De hecho, Francisca Guerrero no se plantea perdonar, entre otras cosas "porque nadie ha venido a pedirme perdón" y aunque -ella más que nadie- desea que la banda deje definitivamente de matar, aclara que no se pueden conseguir las cosas "a cualquier precio".

Francisca reconoce que, a pesar de todo, la vida sigue, que sus hijos ya tienen sus propias familias y que tiene una nieta -se le alegra la voz al decirlo- y otro que viene de camino. Son motivos, dice, para seguir adelante, aunque sigan enfrentándose a momentos duros. En ese sentido, la viuda de García Rabadán destaca el consuelo y la ayuda que reciben dentro de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, porque asegura que en muchas ocasiones se han sentido "invisibles".