aLa tierra tembló en Abanilla hasta cinco veces entre las once y media de la noche del domingo y las tres y media de la madrugada del lunes, con seísmos de baja intensidad, pero fue otro terremoto, localizado en la vecina localidad de La Algueña, con epicentro en Pinoso, Alicante, colindante con este municipio, el que desató el pánico entre los vecinos, en especial de los residentes de la pequeña pedanía de Barinas, justo cuando se cumplen dos meses de los terribles terremotos que asolaron Lorca aquel fatídico 11 de mayo.

Fue en esta población de Abanilla, de apenas mil habitantes, donde más se sintieron los efectos del seísmo de 3,8 grados en la escala Ritcher e intensidad de IV, registrado a las 00.54 horas del ayer, que también se dejó notar en el resto de la Región, aunque con menor intensidad. La alarma, no obstante, saltó antes, pasadas las once y media de la noche del domingo, cuando otro seísmo, éste de sólo 1,9 grados e intensidad III en la escala Rítcher, hacía

temblar la tierra al suroeste de Abanilla.

No se registraron daños personales, pero muchos vecinos de Barinas, alertados por el leve temblor y con el recuerdo aún fresco de la tragedia que asoló Lorca hace justo dos meses, decidieron salir a la calle «por si acaso». A muchos de ellos les pilló allí el segundo seísmo, con epicentro en la Algueña, situado en el suroeste de la provincia de Alicante, en la comarca del Vinalopó Medio, que se detectó a una profundidad superficial de 11 kilómetros, con latitud 38.34 grados y longitud 0,1 grados.

Fue este segundo temblor el que desató el pánico entre los habitantes de Barinas. «Hubo una avalancha de llamadas al 112 y a mí mismo de vecinos que querían saber qué hacer. Me reuní entonces con Protección Civil, Guardia Civil, Bomberos y Policía Local para decidir las medidas a tomar y optamos por aconsejar a los vecinos que salieran a espacios abiertos como la explanada del pueblo, entre las piscinas y el pabellón, que se abrieron al público para disponer de aseos y duchas», relató a LA OPINIÓN el pedáneo de Barinas, Evedasto Lifante.

La sombra de la tragedia lorquina y, sobre todo, la intensidad del terremoto, pesó en el ánimo de los barinenses que se echaron a la calle en masa y la mayoría no volvió a sus casas hasta las cinco y media de la madrugada, es decir, más de cuatro horas después del temblor. Algunas familias, incluso, optaron por marcharse del pueblo «ya que tenían miedo por lo de Lorca», comenta Evedasto.

En total, el teléfono de emergencias 112 recibió hasta 64 llamadas tras el terremoto, siendo el pico más alto a la una de la madrugada, con medio centenar de avisos de gente que estaba «asustada», informa Europa Press. Llamadas que no provenían sólo de Abanilla, sino también de otros puntos de la Región, en los que también se dejó sentir el temblor.

Y es que el terremoto, aunque no causó daños materiales, «fue muy fuerte, como una explosión, y durante tres segundos el suelo parecía de goma», cuenta el pedáneo de Barinas. Por eso, la gente no se lo pensó dos veces y abandonó sus casas. «Yo mismo, que estaba en una terraza, salí cortando», cuenta Evedasto.

La noche transcurrió con normalidad en la explanada cercana a la piscina y el pabellón municipal, en la que sea concentraron la mayoría de los vecinos de Barinas, pese a que apenas en dos horas, entre la 1.22 y las 3.22 de la madrugada, la tierra volvió a temblar hasta cuatro veces en el municipio, aunque en todas las ocasiones los seísmos, con entre 1,6 y 2,6 grados en la escala Rítcher y con epicentro en Barinas, no registraron intensidad alguna por lo que no fueron apreciados por los barinenses.

Ayer aún eran visibles algunos restos de la ‘aventura’ nocturna de los barineros, como algún colchón abandonado en la explanada que les sirvió de refugio o la escasa asistencia de los vecinos al mercado semanal, ya que muchos de ellos prefieron recuperar el sueño perdido por el temblor. Los bares, sin embargo, se convirtieron ayer en centros de reunión en los que los vecinos comentaban los detalles de la noche con el susto aún metido en el cuerpo.