Tal vez fue la baronesa Thyssen y la guerra abierta con su nuera sobre la paternidad del hijo de ésta. O quizás la moda de las series tipo CSI. O sencillamente es el refranero el que tiene la última palabra con el dicho de que «los hijos de mi hija, nietos míos son, los de mi hijo son... o no son». Lo cierto es que muchas clínicas y laboratorios de la provincia que hacen test de paternidad han detectado una curiosa tendencia en el último año. Los hombres, que antes se informaban y solicitaban en mayor medida estas pruebas, han cedido el testigo a sus familiares, la mayoría de veces a sus madres. «Vienen porque han oído el rumor de que la nuera le fue infiel a su hijo y quieren salir de dudas, por lo que solicitan estas pruebas», explica Pilar Arca, responsable del laboratorio Ampligen, pionero en España y que realiza estas pruebas en todo el país.

Avance científico

«Normalmente les facilitamos un kit que incluye un bastoncillo para que obtengan muestras de la boca de las personas a las que se les va a comparar el ADN y nos lo manden», señala Arca. La rapidez con la que avanza la ciencia y el «vacío legal» que existe en torno a este tema ponen las cosas muy sencillas a quien desea despejar dudas sobre el ADN de otra persona, ya sea con su consentimiento o sin él.

Así, cuando la discreción y el disimulo se imponen se agudiza el ingenio, y entran en escena lo que los laboratorios denominan «muestras discretas». La gente nos manda «cepillos de dientes, peines, uñas, chicles, colillas e incluso ropa interior para que obtengamos muestras de una persona y así compararlas con el ADN de otra y comprobar si existe un parentesco». En estos casos, «las pruebas son meramente informativas, pero no defendibles ante un tribunal y carecen de validez jurídica». «Lo preferible en estos casos es realizar la prueba en persona, porque las muestras recogidas en estos objetos no dan muchas garantías», señala Isabel Muelas, supervisora del Instituto Bernabeu en Cartagena.

La creciente intervención de abuelos y familiares en este tipo de procesos también ha ido paralelo al aumento de solicitudes de paternidad que, en el caso del Instituto Bernabeu, se han duplicado en apenas un año y medio.

Y, aunque podría parecer la causa más común, en Murcia la mayoría de los casos en los que se solicita una prueba de paternidad no de deben a rupturas o divorcio, aunque en estos casos es donde se producen las situaciones más tristes. «A veces hay padres que han discutido con sus mujeres y se presentan en el laboratorio con sus hijos para que hagamos las pruebas y así ahorrarse la manutención», explica Amaya Borostiza, del laboratorio Genomica.

En el 15% de los casos, según estimaciones del Instituto Bernabeu, se comprueba que las sospechas tenían fundamento y se confirma que el padre legal no es el biológico.

En el conjunto de España se realizan cada año unas 5.000 pruebas de paternidad. En cuanto al coste de la prueba «ronda los 350 euros», explica Muelas. Si el cliente desea que la prueba tenga validez jurídica el proceso es más caro y complejo, «ya que, entre otras cuestiones, necesitamos comprobar la identidad de las personas que se someten a la prueba», añade. En estos casos, el cliente tiene que desembolsar unos 600 euros.

Pero la duda no sólo lleva a las abuelas a indagar si un nieto es realmente suyo, también muchas personas buscan en el ADN una prueba de infidelidad por parte de su pareja. También cada vez más cotidianas son las pruebas de hermanos y de abuelos.