Un piso típico de Murcia que dista mucho de ser el hogar de un divo o un excéntrico. Muchos libros y papeles en un acogedor salón. Pedro Alberto Cruz, con las heridas bien visibles, observa los garabatos que sobre un mueble ha hecho su hijo. «Esta es una casa intervenida por un niño de dos años», bromea. El consejero de Cultura y Turismo tiene ganas de que acabe su pesadilla. Y exige respeto, no compasión, para su persona.

Lo primero, ¿cómo está?

Físicamente, me encuentro cada vez mejor. Las heridas que ahora tengo que restañar son otras más internas, pero eso con el tiempo lo conseguiré. En principio mi idea es reincorporarme al trabajo el lunes [mañana para el lector]. Porque necesito la normalidad.

Intente contar, lo más detalladamente posible, lo que le ocurrió en la tarde del 15 de enero.

No daré detalles que vayan en contra del secreto de sumario. Dos jóvenes me siguieron hasta mi casa gritándome tres veces «consejero, sobrinísimo, hijo de puta». Yo no los miré, porque en estos casos el simple hecho de mirarlos lo consideran una provocación. Iba a abrir la puerta de mi casa, miré hacia la izquierda y vi a uno de ellos que le hacía un gesto al otro como diciendo «ahora, es el momento, la calle está clareada». No me dio tiempo a abrir la puerta de mi vivienda, uno de ellos me volvió la cara y me asestó un puñetazo que me ha causado estos daños [señala su ojo izquierdo]. Luego me lanzó dos o tres más, que logré amortiguar. Intentaron tirarme al suelo, pero no lo consiguieron, afortunadamente para mí porque en el suelo, desprotegido, no sé lo que hubiera podido pasar. Escapé, ellos recogieron del suelo mi móvil y se fueron corriendo. Me golpearon con un guante negro.

¿Qué se le pasa a uno por la cabeza en ese momento?

Realmente, te quedas paralizado. Te das la vuelta y te encuentras a alguien que va a hundir un puño de hierro sobre tu cara. No puedes reaccionar porque no te lo esperas, porque no estás preparado para eso. Lo más impresionante de todo fue ver la cara de odio que tenía el agresor. Cuando la vas analizando piensas que en qué sociedad tan enferma estaremos viviendo para que esa mirada tan llena de odio pueda llegar a producirse. ¿Qué nos está pasando?

¿Teme que lo que le ocurrió sea el inicio de una oleada de violencia en todos los niveles?

Lo que sí creo es que vivimos en unos tiempos intolerantes, donde cada vez se utiliza menos el poder de las ideas y la palabra y más el de la bronca y el insulto. Probablemente en España vivimos el momento de menor libertad de los últimos tiempos. Y esto lo tenemos que solucionar de forma tajante. En la sociedad cabemos todos, pero en el mundo de la cultura cabemos más todavía. Aquí no hay mejores ni peores, no hay buenos ni malos, aquí todo el mundo tiene derecho a decir. Y lo que tenemos que intentar es que, a priori, no haya personas que estén sentenciadas; que, a priori, no haya personas que hagan lo que hagan todo sea malo. Tenemos que esforzarnos, ahora más que nunca, porque los políticos tenemos la obligación ética de crear un marco de entendimiento.

Asegura que le han puesto en la diana. ¿Quién y por qué?

Es un hecho que me han puesto en la diana. Crearon una atmósfera tangible, asquerosa y pegajosa, con un aire muy viciado que no se podía respirar. No voy a repartir culpas, porque no sabría y porque esto no es una ciencia exacta. Ha habido agresión verbal, se ha mentido a sabiendas, yo era un objetivo fácil contra el que todo valía. Además, para un sector de la sociedad, parecía que estaba bien meterse con el consejero de Cultura, que criticarme era estar en la onda. Cuando creas tal marco de linchamiento y de odio ya no puedes controlar lo que pasa después. No voy a citar nombres, pero cada uno sabe lo que ha dicho y ha hecho. Estos son días de autoconciencia. No quiero que nadie se justifique, quiero que la gente rectifique en su comportamiento diario para que esto no ocurra más, por el bien de la sociedad murciana y porque creo que merezco un mínimo de respeto como persona.

¿No cree que ha podido hacer algo mal? ¿Hace autocrítica?

Podemos hacer autocrítica en muchas cosas, pero no en esta. Hemos explicado los proyectos mil veces, con la máxima pedagogía posible. Pero había un problema: que, a priori, todo lo que decíamos era malo de por sí. Nunca nos han dado la oportunidad de que nuestras argumentaciones estuvieran a la par que toda la demagogia y los insultos. Lo único que pido es que, si como político les parezco lo peor, por lo menos me respeten como persona. Porque nunca me he metido con nadie y me han estado sistemáticamente insultando.

¿Tiene amigos de izquierdas?

Muchísimos.

¿Entiende que puedan sentirse ofendidos por las alusiones del Gobierno autonómico al conjunto de la izquierda regional tras la agresión?

Se han dicho muchas cosas, pero el paso del tiempo ayuda a colocar las palabras en su justa medida y a que los excesos se rebajen. No creo que se sientan heridos porque entienden que estábamos en un clima de dolor, y el ser humano es razón y emoción al mismo tiempo. Creo que no debemos hacer más demagogia de esta situación. ¡Vamos a parar esto ya! No quiero más guerras ni más suciedad.

Saura ha hablado de una agresión «probablemente privada». ¿Qué responde a esto?

Una persona que dice eso no se merece estar en política. Por sus propias palabras se descalifica.

¿Se ha cometido una injusticia con José David, el joven detenido tras la agresión y puesto en libertad por el juzgado? ¿Le va a llamar para hablar con él?

Sobre todo el proceso no voy a hablar. Lo que ruego a los que tienen la misión de velar por la justicia y la seguridad de los ciudadanos es que, por la dignidad de las personas que están sufriendo con todo esto, no vuelvan a filtrar datos, porque es una temeridad, una injusticia y es antidemocrático. ¿Si le voy a llamar? Permítame que eso me lo reserve para mí.

¿Es posible que, tras lo que ha pasado, ya no se le critique?

Una de las cosas más dolorosas para mí sería que, debido a esto, me trataran con piedad y con caridad. Lo único que pido es que, desde el 15 de enero, el día que volví a nacer, se me valore por mi trabajo. Porque me va a herir tanto como los insultos que me traten como un desvalido. No lo voy a consentir. Queremos crítica, pero desnudada de prejuicios, apriorismos y maldad. No hay modelo de convivencia posible que no contemple el conflicto y la crítica. Pero toda la mierda debe desaparecer.

¿Se siente un mártir?

Me horroriza esa idea. No soy ni héroe ni un mártir, sólo un profesional que desde los 18 años trabaja por la cultura. Lo único que pido es que se valore mi trabajo.

¿Ha pensado en dejarlo?

Tenemos agravios suficientes para haberlo dejado hace tiempo. Pero hay una mayoría de murcianos orgullosos por tener acceso a una cultura diferente. Murcia es la séptima ciudad en calidad cultural. Es algo muy grande.

¿Culpa a los funcionarios?

Para nada.