Teléfono de la Esperanza. Cuidar de los nietos se ha convertido en un trabajo que muchos abuelos hacen casi a tiempo completo. Tanta dedicación genera frustraciones por dejar de un lado la propia vida y muchos de ellos acuden a los voluntarios del Teléfono de la Esperanza buscando ayuda. Aprender a decir «no» puede llegar a ser un sano ejercicio.

Los dejan por la mañana en el colegio, los recogen a mediodía, les dan la comida, los llevan y traen de clases de Inglés, de fútbol... y el fin de semana, si toca, les acuestan mientras sus padres salen al cine o de cena. Esta es la vida diaria para miles de abuelos que dedican sus días de retiro a cuidar de los nietos. Lo hacen por amor a sus hijos y a los hijos de sus hijos, pero por el camino pierden su propia vida. Estudios sociológicos indican que siete de cada diez abuelos en España cuidan regularmente a sus nietos y que dedican a ello una media de siete horas diarias; un trabajo casi sin días libres ni vacaciones pagado con la moneda del cariño y, en ocasiones, con la de la ingratitud. Esta nueva realidad hace que muchos de estos mayores acaben con el tiempo sufriendo depresiones. El año pasado el Teléfono de la Esperanza de la Región recibió casi mil llamadas de abuelos que se encuentran en situaciones de este tipo. El lunes, Día de la Escucha, comienzan unas jornadas que, con el título Escuchando a los abuelos, pretenden concienciar de la necesidad de valorar en su justa medida el papel de los abuelos en la sociedad.

«Los mayores necesitan sentirse queridos y útiles y por eso renuncian a su vida privada y asumen un exceso de obligaciones. Muchos de los que nos llaman lo hacen porque se sienten agobiados, quisieran tener su vida, pero el cariño a sus nietos y la necesidad de sentirse útiles les hacen renunciar a una parte de ellos mismos», explica Jesús Madrid, presidente del servicio del Teléfono de la Esperanza en Murcia, que apunta que «después de toda una vida trabajando muchos de los abuelos jóvenes ven cómo no pueden dedicarse a sus aficiones y, además, se sienten culpables por pensar así».

El conflicto entre la vida personal y la ayuda a los hijos con el cuidado de los nietos lo ganan siempre los nietos. Es el amor de abuelos, que hace que nueve de cada diez se sienta feliz con su tarea. Pero los problemas más grandes surgen cuando estos niños crecen y ya no necesitan del cuidado diario de los abuelos. «Cuando los nietos tienen más de diez años los abuelos dejan de ser tan necesarios y empiezan a prescindir de su ayuda diaria. Entonces es cuando llega el vacío, que coincide con una etapa en la que el mayor empieza a perder habilidades físicas», cuenta Madrid.

A los abuelos que llaman contando historias similares los voluntarios del Teléfono de la Esperanza les aconsejan que empiecen a participar en actividades con amigos y conocidos de su barrio o de su localidad. Los viajes del Imserso, las partidas de dominó, los talleres de manualidades, los cursos de cocina o cualquier reunión de amigos son una buena opción para sobrellevar la soledad y el sentimiento de ingratitud.

Además de escuchar sus problemas, el Teléfono de la Esperanza tiene todo un programa de actividades destinadas a que quienes sientan la necesidad de apoyo para superar sus problemas personales y familiares. Además, tiene a su disposición una red de psicólogos voluntarios con los que concertar entrevistas para tratar sus depresiones y problemas anímicos.

«En muchas ocasiones el mayor viene únicamente porque se siente solo y siente que sus hijos le dejan a un lado, que les esconden. Han dado toda su vida por ellos y cuando son mayores ven cómo reciben ingratitud a cambio porque ni siquiera les escuchan cuando recuerdan sus historias. A los nietos les perdonan estas cosas pero a los hijos no», advierte Madrid.

Para evitar llegar a estas situaciones dolorosas los voluntarios recomiendan a los mayores que aprendan «a decir no» de tanto en tanto para no perder de vista su propia vida y poder disfrutar con plenitud y sin contrapartidas del amor de sus nietos.