Los cruceristas, esos turistas que llegan en grandes barcos y atracan en el puerto durante unas horas, desatan, sin ellos saberlo, la batalla entre Cartagena y Murcia, enfrentadas históricamente por cuestiones como la provincialidad o el fútbol. En este caso no son aspectos políticos ni deportivos los que oponen a las dos principales ciudades de la Región, sino que son criterios económicos que tienen que ver con los sectores del comercio y la hostelería.

Que un crucero llegue a puerto siempre es una buena noticia para las tiendas, los bares y los restaurantes de la ciudad que lo acoge.

El turista baja del barco y da un paseo por el centro urbano, parando a tomarse una cerveza o un café, entrando a un restaurante a probar unas tapas o comprando el típico souvenir en una tienda. Algunos estudios sitúan entre 50 y 60 euros el gasto medio de cada crucerista. El problema –para los comercios locales, de Cartagena, en este caso– surge cuando ese turista se monta en un autobús y la consumición la hace en otro lugar –en Murcia, por ejemplo–. «Está claro que los barcos que llegan a la Región tienen que atracar en Cartagena y aquí hay muchas cosas que no se pueden ver en 24 ni en 48 horas, por lo que me parece que está fuera de lugar que se lleven a los turistas cuando sólo están aquí ocho horas», comenta el presidente de la Federación de Pequeños y Medianos Comercios de la Comarca de Cartagena, Pedro Miralles, dueño de una zapatería, quien lamenta que «no se nos tiene en cuenta a la hora de tomar estas decisiones y se nos perjudica».

Sin embargo, parte del negocio de los cruceros está en las excursiones y así se entiende que ejecutivos varias armadoras de cruceros de Miami y Los Ángeles –Crystal Cruises, Norwegian Cruise Line, Windstar Cruises, Silversea Cruises Ltd., The Yachts of Seabourn y Seadream Yacht y Silversea y Residensea–, además de touroperadores españoles que organizan excursiones para los cruceristas –Iberoservice, Intercruises y Baleares Consignatarios Tours– hayan visitado la ciudad de Murcia para integrar este viaje desde Cartagena en sus ofertas, algo que promueven también desde el ayuntamiento de la capital y el consorcio Murcia Turística. La iniciativa, que parte de incluir la Región como escala de un mayor número de cruceros, está organizada por la Oficina Española de Turismo (OET) en Miami, junto con la Autoridad Portuaria de Cartagena, pero no deja contentos a todos.

Así, mientras en Murcia la reciben de buen grado, en Cartagena critican la pérdida de clientes potenciales. Salvador Villegas, vicepresidente de la asociación de hosteleros de Cartagena Hostecar y vocal de la Cámara de Comercio en el sector de Turismo, señala que «se deberían aplicar medidas para fomentar el turismo de verdad, dejarnos de eslóganes como No Typical y vender la historia, que es lo que nos distingue de otras regiones y más todavía en el caso de Cartagena". Villegas es gerente de una franquicia de hostelería, El Barril del Tapeo, y revela que el gasto medio de cada turista que entra en su establecimiento se sitúa en los 10 euros. Asume que «a todos nos gustaría que el 100% de los turistas que llegan al puerto se quedasen en la ciudad y para eso hay que mostrar las bondades y los atractivos que tiene Cartagena para jugar en igualdad de condiciones, aunque resulta obvio que los touroperadores donde ganan más dinero es con las excursiones y por eso quieren organizar más». Por su parte, la concejala de Turismo del ayuntamiento de Murcia, María Isabel Valcárcel, aplaude la iniciativa de las navieras y los operadores del sector de querer traer a los cruceristas a la capital. En este sentido sostiene que «sin querer polemizar, debo decir que para la ciudad, para su comercio y su hostelería, es muy positivo que se organicen estas excursiones y que se trate de ampliar la oferta y queremos que venir a Murcia no sea algo esporádico para quienes llegan a la Región en barcos de pasajeros». El Teatro Romano, el Castillo de la Concepción o la calle Mayor de Cartagena, a un lado, y la Catedral, el Casino y el Teatro Romea de Murcia, al otro. El reclamo es considerable en ambos casos y la disputa por quedarse con el dinero que se gasten los turistas fuera del barco está planteada.