Tanto la Síndone de Turín como el Sudario de Oviedo fueron trasladadas a Occidente, desde Constantinopla, según muchas hipótesis, de manos de la Orden del Temple en la época de la IV Cruzada. Los templarios decidieron traer las reliquias a Europa para protegerlas del avance de los musulmanes en Tierra Santa.

Las dos reliquias, sin embargo, siguieron recorridos distintos aunque, según estudios realizados hasta el momento, se cree que las dos pudieron pasar por el puerto de Cartagena en su periplo europeo. De momento, sin embargo, según explica el propio Alfonso Sánchez, sólo existe constancia oficial del paso del Sudario de Oviedo por el puerto de Cartagena, donde la Orden del Temple tenía un embarcadero privado, y de allí siguió viaje hacia Écija, gracias a la mediación del obispo de aquella ciudad, a la sazón, cartagenero. Desde allí, por orden de otro obispo cartagenero, San Isidoro, hermano del de Écija, pasó a Sevilla y, a medida que avanzaba la conquista árabe en la península, siguió su peregrinaje hacia el norte español. Recaló primero en Toledo y, finalmente, hace 1.300 años, fue a parar a Oviedo, donde ha permanecido desde entonces, como objeto de veneración en su Catedral.

El paso de la Sábana Santa de Turín por Cartagena, sin embargo, no es más que una hipótesis, ya que no existe documentación que lo autentifique. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el puerto de Cartagena era el único del Mediterráneo en aquella época (en el siglo X), es probable que el barco que la trasladaba a Europa recalara allí, aunque luego siguiera su viaje a Francia, donde la Síndone fue depositada en la ciudad de Lirey. Los Saboya, al trasladar su capital a Turín en 1578, llevaron allí la Sábana Santa. Y desde el año 1694, es custodiada en la capilla que Guarino Gaurini construyó entre la Catedral y el Palacio Real de Turín.