Con los 'ojos' del Ejército del Aire en tierra, una unidad especial de operaciones que presta apoyo y ayuda en las 'zonas calientes' de combate. Se trata del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas (EZAPAC) de la Base Aérea de Alcantarilla, que ayer recibió la primera visita oficial del Príncipe de Asturias.

Los casi 300 miembros de esta unidad recibieron en formación a Don Felipe quien, vestido con el traje árido -propio del Ejército del Aire-, llegó sobre las diez y media de la mañana a la Base a bordo de un helicóptero Super-Puma y pasó revista a la tropa mientras sonaba el himno de España.

El Príncipe pudo comprobar el duro entrenamiento al que se somete el escuadrón y presenció algunos ejercicios de combate que, por fortuna, no se vieron empañados por la lluvia. En la primera de las maniobras acompañó en un avión-car a seis paracaidistas que realizaron saltos en apertura automática y manual a unos 400 y 1200 metros de altura.

De nuevo en tierra -y escoltado por el jefe del Estado Mayor del Ejército del Aire, José Jiménez Ruiz; el general jefe del Mando Aéreo de Combate, José Froilán López Lorca, y el teniente coronel del Ezapac, Fernando Carrillo- pudo ver una exposición estática de las diferentes equipaciones que usa el escuadrón en las misiones que realiza. También se interesó por los equipos de comunicación y transmisión y diversos aparatos tecnológicos como cámaras térmicas, visores nocturnos y GPS. Don Felipe examinó de cerca un Uro S-3, un vehículo que se utiliza para el apoyo aéreo táctico.

El momento más emocionante llegó durante el simulacro de ataque a un convoy de alta movilidad táctica, precisamente una de las acciones de apoyo y rescate en las que el Ezapac interviene en Afganistán, donde ahora mismo se encuentran unos 35 miembros del escuadrón desde 2005. En el simulacro, cuatro vehículos son bombardeados durante una misión y piden apoyo aéreo a dos 'cazas' -que se desplazaron para esta prueba desde la base aérea de Los Llanos, en Albacete-, que abren fuego contra el enemigo una vez localizado. El ejercicio, que se desarrolló con varias explosiones sobre el terreno, finalizó con la llegada de un helicóptero del Servicio Aéreo de Rescate de Mallorca para evacuar a uno de los miembros del convoy herido. En permanente comunicación, y rodeado por un perímetro de seguridad formado por varios hombres armados, el médico comprueba la camilla y revisa al herido, una práctica habitual para evitar emboscadas y atentados.

Tras el simulacro, Su Alteza contempló un salto de exhibición realizado por seis paracaidistas de la Patrulla Acrobática que realizaron varias figuras en el aire y desplegaron una enorme bandera de España en el cielo emborrascado. Ya a mediodía, Don Felipe se trasladó hasta el simulador de caída libre, que lleva ya cuatro años en funcionamiento y que también sirve de entrenamiento a otras escuelas paracaidistas, como la de Alemania. Dos alumnos, acompañados por cuatro instructores, realizaron una demostración en el 'túnel del viento', una cabina cerrada en la que cuatro turbinas proporcionan una corriente de aire continua que sirve a los paracaidistas para mejorar la técnica de caída libre. Tras el ejercicio, el Príncipe no dudó en felicitarlos y les dijo que se notaba que recibían "una buena instrucción".

Antes de volar de nuevo a Madrid fue hasta el pabellón de los Zapadores para hacerse una foto de familia con el escuadrón. Para ello no dudó en cambiar su boina azul -de la Guardia Real- por la verde del Ezapac, aunque reconoció entre risas que le quedaba "un poco pequeña". Después de firmar en el libro de honor saludó a las autoridades civiles allí presentes, entre ellas el delegado del Gobierno, el alcalde de Murcia y el de Alcantarilla.