Bien temprano, a las 6.30 de la mañana de ayer, el miedo se instaló en la casa de Francisco José Fuentes y Ascensión Rodríguez. La madre de Francisco José llamó por teléfono para decirles que el país en el que está su nieta había sido prácticamente arrasado por un terremoto. Y es que en un orfanato de las afueras de Puerto Príncipe, en Haití, espera la pequeña Esther a que su adopción se complete y pueda venir a Murcia con sus padres y con su hermana Ángela, una niña china de su misma edad, casi cuatro años. Al igual que Esther, otros dos niños haitianos aguardan con paciencia su nueva vida en Murcia, y sus padres adoptivos buscan ahora desesperadamente confirmar de primera mano que están bien.

"El primer sentimiento fue miedo, se te encoge el corazón de pensar que le puede haber pasado algo", relata Francisco José, quien ayer pasó una de las peores mañanas de su vida hasta que, sobre las once, supo que los orfanatos estaban en pie -a través de unos colaboradores de la organización Familias sin Fronteras por la Infancia-. Aún así, no han podido hablar con la directora de los centros, por lo que la tranquilidad no es total. "Estamos con el alma en vilo porque ves en el telediario lo que ha ocurrido y nosotros la verdad es que no tenemos información segura", explica Javier, otro de los murcianos que espera recoger pronto a la pequeña Anabel, de 20 meses. "Lo peor es la incertidumbre, y no sólo de saber si la niña está bien, sino porque ahora pueden pasar muchos meses hasta que podamos ir", añade. El final de camino, que se veía tan cerca -iban a ir en unas semanas- se aleja de nuevo.

En total son tres las familias murcianas que tramitan la adopción de un niño haitiano, una cifra incomprensiblemente baja, ya que, según denuncian las familias y la Asociación de Ayuda a la Adopción Internacional 3ai, las administraciones se niegan a tramitar adopciones de ese país; algo que a la presidenta de la asociación, Ascensión Rodríguez, sólo le produce "impotencia y dolor". "Si los políticos hubieran estado allí, si vieran las carreteras de tierra, las calles llenas de pobreza, la masificación...", se lamenta Ascensión, quien ayer aún no se había atrevido a decirles a sus dos hijos -adoptados en Haití- lo que ha ocurrido. "Allí se quedaron sus familias, sus madres y sus hermanos... no se lo quiero decir, no quiero que sufran", añade.

Francisco José coincide en la descripción de Haití, un país "lleno de pobreza, con mucha gente en la calle" y ahora se sobrecoge al pensar que el hotel en el que se iban a alojar está destrozado. A Haití ya viajó -con su mujer y las otras parejas- hace unos meses para conocer a Esther y tenían previsto volver pronto para traer a la niña. "Cuando fuimos -recuerda- no pensábamos que la íbamos a tener que dejar allí; fue muy duro marcharse después de haber pasado tres días con esa criatura... se despedía llamándonos 'papá blanc' y 'mamá blanc'". A su juicio, los niños de Haití son "niños supervivientes", así que confía en que su hija esté bien y en "poder sacarla pronto de ese horror... y cuanto antes mejor".