La crisis comienza a ahogar las economías domésticas. Esto se desprende de un estudio europeo realizado por la empresa de seguridad Checkpoint, que trabaja para muchas de las grandes y medianas superficies de España. Según este informe, el número de pequeños hurtos en supermercados ha aumentado significativamente en los últimos años. Además, éstos se dirigen cada vez más hacia el llamado 'hurto famélico', que tiene como objetivo conseguir algo para comer o productos de primera necesidad.

Este tipo de robo no era lo más frecuente hasta el momento. Según la Asociación de Fabricantes y Distribuidores, hasta el año 2007 la mayoría de los robos en grandes superficies los realizaban bandas organizadas o delincuentes comunes. Los productos sustraídos se dedicaban a la reventa, y se trataba habitualmente de artículos de lujo.

Desde entonces, la situación ha cambiado. Según el informe de Checkpoint, realizado por el profesor Joshua Bamfield, casi la mitad de los minoristas han notado un aumento de lo que denomina "delincuencia inducida por la recesión". Se trata de familias y personas cuya situación económica atraviesa un bache debido a la crisis, y que se ven empujados a cometer este tipo de hurtos para poder comer.

Ahora bien, como explica el encargado de un pequeño supermercado céntrico de Murcia, "este tipo de robos se da por zonas. Nosotros estamos en un barrio muy tranquilo en donde suele haber poca actividad. Así que no hemos notado ni un aumento en los robos ni un cambio en el perfil, porque tenemos pocos incidentes". Por ello, quizás, algunas cadenas como Mercadona o Lidl -que además invierten mucho más en seguridad que un supermercado de barrio- afirman no haber notado este efecto.

Sin embargo, basta irse a un barrio periférico para ver que el hurto famélico también ha llegado a Murcia. "Se ha notado un aumento brutal en los últimos meses", dice el dueño de la Frutería Sagasta. "En agosto porque hay poca gente, pero cuando llegue el otoño tiene que haber una persona encargada únicamente de vigilar, porque la gente roba como nunca". Y no se refiere sólo a personas sospechosas: "Hace un par de meses, entró una viejecita a la tienda con su carro. Lo llenó tranquilamente hasta arriba y con las mismas se fue hacia la puerta. Cuando le llamé la atención, me dijo que se había olvidado de pagar", cuenta.

Otras veces, la técnica utilizada es la de "dejar las bolsas en el suelo y subir al mostrador sólo la mitad. Hay mucha picaresca".

Los pequeños hurtos en supermercados costaron al sector minorista en España unas pérdidas de 1.200 millones de euros en el año 2007, número que según el informe Bamfield ha aumentado en el último año. Incluso en los mercadillos callejeros se ha notado este incremento. La cifra incluye también las sustracciones realizadas por los propios empleados y las que ocurren durante la cadena de distribución, que suponen casi una cuarta parte de las pérdidas de los comercios. De hecho, en Lidl afirman que "ahí se encuentra nuestra verdadera preocupación en estos momentos".

La única solución es aumentar la inversión en colocar cámaras o chips, contratar seguridad privada, etcétera. Pero esto supone un gasto extra para los establecimientos que muchos tienen problemas en asumir, sobre todo con la complicada situación económica. Es un círculo vicioso: los lugares más pequeños disponen de menos seguridad; por tanto, en ellos roban más; por ello, les afecta más la crisis y no se pueden permitir gastarse el dinero en aumentar la seguridad; como consecuencia, lo tienen más difícil para impedir los robos.

"Vamos a instalar cámaras de seguridad", afirman en el Supermercado Ros. "Es un desembolso de dinero muy importante para nosotros, pero es la única forma que tenemos de controlar un poco esta sangría de dinero".

Ni el Gobierno central ni el autonómico tienen ningún programa de ayuda específico para instalaciones de seguridad en pequeños comercios, aunque se pueden solicitar subvenciones.