Lo que parecía un mero matrimonio por conveniencia con el que Aníbal quiere unir a los pueblos íberos en su lucha contra Roma pronto se vio como en realidad se trataba de una historia de amor digna de las novelas de Barbara Wood. El general carthaginés y la princesa Himilce unieron ayer sus corazones ante las miradas de cientos de espectadores -el gradería volvió a quedar pequeño un año más- que no quisieron perderse el acto más emotivo del ejército púnico, que estrenó puesta en escena para dar mayor énfasis a la historia de amor entre los dos personajes carthagineses.

El escenario del puerto fue de nuevo testigo de cómo el rey Mucro decidía el futuro de Himilce, del enfado de la princesa por ser el punto de un pacto, de su rechazo en un primer momento a Aníbal por creer que sólo le mueven intereses militares, de cómo reconoce su error, y de la demostración de que el amor suele estar por encima de las adversidades y el destino. Dos culturas se unieron ayer contra el imperio romano.