¿Han aceptado en exceso creadores y artistas trabajar gratis en aras de engordar el currículum y conseguir a la larga un empleo remunerado?

La consideración de que realizar una práctica motivadora conlleva el pago implícito de la satisfacción por realizarla, valorada en muchos casos como pago suficiente, es algo cotidiano y fuente de abuso hacia muchas personas. Los artistas y creadores están aún expuestos a ese mito no desmontado de que el valor simbólico de su trabajo puede ser un pago en sí mismo, un pago que compensa, de forma que la miseria de su vida material quizá reforzará su biografía y su carácter. En El entusiasmo sugiero que no es lo mismo pagar con reconocimiento a un rico que a un pobre. Porque son fuerzas increíblemente conservadoras las que alimentan este pago inmaterial como algo suficiente. Pago inmaterial que en el rico se convierte en prestigio, y en el pobre en frustración y abandono por necesidad de dedicar su tiempo a ese otro trabajo que le permita vivir.

El sistema que describe ya está asentado. Y es devastador.

Cuando muchos aceptan que la práctica creativa puede ser práctica no pagada porque la mayoría también lo hace, se normaliza un sistema de valor que perjudica a todos los creadores. Hoy además se asienta la idea de que hay que crear un yo-producto traducido a un listado curricular de méritos y certificados cada vez más vacíos, mera apariencia, listado que irá engordando con el tiempo, entre juegos de expectativa y frustración. La mayoría tiene grandes currículums rebosantes de formación y trabajos temporales y compiten entre ellos, a veces la única diferencia es su grado de entusiasmo usado para elegir a quien está dispuesto a trabajar más por menos. Hay un engaño cuando les dicen que eso es garantía de un trabajo estable o mejor, y la deriva tiende a perjudicar a todos porque trabajadores y trabajos son damnificados y precarizados.

¿Hay otra salida?

Tiene que haberla, hemos de ser capaces de imaginar otras fórmulas y exigir a la política esa responsabilidad compartida. No debiéramos aceptar que el entramado laboral se sostenga sobre la precariedad.

¿El sistema neoliberal ha sabido aplicar sabiamente aquello de 'divide y vencerás' a partir de instaurar la competencia entre los propios creadores?

Sustentar un sistema en la conversión de los amigos y compañeros en rivales es perverso, rompe lazos entre iguales. Y sí, creo que una clave del neoliberalismo es sustentarse en una enésima forma de individualismo acentuado por el mensaje de 'si quieres, puedes'. También por la lógica mercantilista de convertir a las personas en productos de sí mismos en el escaparate virtual. El individualismo tiene multitud de formas en este sistema neoliberal. Derivar la responsabilidad social hacia lo individual lo favorece y aumenta la ansiedad de quienes creen ese mensaje y caen en la deriva competitiva dando por hecho que hay que aceptar que sólo haya trabajo para unos pocos.

¿Ese entusiasmo del que habla no esconde acaso cobardía y sumisión?

En el libro hablo de varias formas de entusiasmo. El entusiasmo inducido es claramente un entusiasmo sumiso e impostado, y en ese sentido dócil con el sistema, proclive a la autoexplotación y la cobardía. Pero hay un entusiasmo sincero que moviliza a muchas personas a crear, a investigar y que surge de una de las pocas muestras de libertad que tenemos las personas. Valorando que la vida nos impone casi todo, no cabe olvidar que entre las pocas cosas que podemos elegir están las derivadas del entusiasmo creativo, de aquella pasión que nos moviliza o nos movilizó algún día. Veo en él una de las primeras muestras de libertad y eso importa. Quizá por ello cuando descubrimos que ese valor puede ser instrumentalizado por el sistema para rentabilizarlo a nuestra costa, la respuesta es frustración y ansiedad de muchas personas.

Estar todo el tiempo con la presión de tener que producir y tener proyectos, ¿no va en detrimento de la calidad de los mismos?

Esa presión sólo puede ser sostenida por una vida basada en la apariencia. Y claro que lo que más se resiente es la profundidad y calidad del trabajo. Cedidos a las lógicas cuantificadoras e hiperproductivas, el gran damnificado es el sentido, y la profundidad y el valor de un trabajo cuidado, hecho con ese bien tan escaso que es la concentración. Es difícil dar sentido a una práctica cuando sólo se busca un mérito. Es uno de los grandes riesgos de la cultura contemporánea, sostenerse en la velocidad y el exceso como señas de época, derivar hacia el vistazo frente a la concentración y el tiempo que exige todo pensamiento crítico.