La iglesia de Santa María de Gracia volvió ayer a quedarse pequeña para acoger a los cientos de fieles que acudieron a la tradicional Salve Grande de la cofradía california, en la que la Virgen del Primer Dolor, madre de los encarnados, presidió la eucaristía desde el altar mayor del templo.

Como es habitual la liturgia sirvió para que los fieles se encomendaran a la Virgen y mostraran su compromiso en ser personas de fe con el objetivo de reproducir el Evangelio en cada acto, sea durante la inminente Semana Santa o durante el resto del año, «como se espera de un cofrade», indicaron algunos de los asistentes.

La eucaristía encarnada puso el broche a las liturgias de Cuaresma de cada una de las cofradías cartageneras. Antes de la misa, los Granaderos californios anunciaron por las calles la celebración del acto dedicado a la Virgen del Primer Dolor.