La revolución ha llegado al mundo de los bares y se ha instalado con fuerza en numerosas ciudades de Europa y de España, entre ellas, en Cartagena.

Y es que la ciudad portuaria ya cuenta con dos locales popularmente conocidos como 'bares de cereales' en los que los productos azucarados y la variedad de colores son protagonistas.

El target de este tipo de negocio es cualquier persona que se considere amante de un buen tazón de cereales con leche y que quiera vivir la experiencia de tomarlo fuera de la habitual escena de desayuno o merienda en el hogar. No obstante, si hay un público que se está enganchando especialmente, es el de los jóvenes entre 13 y 17 años, que están creando algo así como un movimiento 'after school', pues normalmente acuden a estos locales cuando ya han acabado su horario en el centro educativo, a menudo para merendar antes o después de las actividades extraescolares.

Productos de importación

«Tenemos productos sin gluten, leches vegetales y de colores, combinaciones de cereales con helados, siropes, toppings... Y estamos introduciendo una gama de productos americanos como galletas Oreo con sabor red velvet, chocolatinas, bizcochos, chicles, caramelos o refrescos de sabores, todo de importación», relata Loliam Belzal, gerente del primer bar de cereales abierto en la ciudad, el Cereal Cruncher. «Compramos directamente a Estados Unidos y nos lo sirven aquí».

Manifiestan que «la estrella de los cereales son los Oreo», de los que han vendido «cajas y cajas» y del que a veces se quedan sin existencias: «En toda Europa nos quedamos sin ellos porque son de importación y a veces hay una rotura de stock».

Ellos se ubican en la calle Príncipe de Asturias, pero a apenas 600 metros encontramos otro de similar oferta, el Cereal World, que en sus menos de tres semanas de vida está teniendo «una respuesta sorprendente por parte del público». Los responsables del local afirman que quieren asentarse como «un concepto de cafetería diferente». «Básicamente vendemos un lugar cómodo, agradable a la vista y donde poder comer tanto cereales con leche normal o alguno de los batidos súper locos que hemos creado, que lo mismo le ponemos un donut que un gofre». Añaden que su carta también cuenta con «cócteles de cereales, fanta de sabor mango, cocacola de vainilla, el postre inglés poptart o desayunos normales y corrientes de tostada y tomate».

Espacios familiares y divertidos

En ambos casos, el lugar elegido para presentar su idea de negocio se basa en espacios tranquilos, divertidos, llenos de color y pensados para toda la familia.

«Estéticamente nos gusta que sea un espacio diáfano, con música ambiental, sin estridencias y con materiales de madera natural para crear un lugar acogedor y cálido donde se pueda hablar o incluso jugar a las cartas, en consonancia con el resto de cafeterías que hemos podido visitar tanto en Madrid como en Valencia», señala la gerente de Cereal Cruncher.

«Es el sueño de los niños hecho realidad, azúcar y diversión, no queremos que la gente se aburra», declaran desde el local de Juan XXIII. Una de las encargadas del diseño desvela que se han basado «en una estética estilo Memphis que surgió en los años 80». Añade que han querido ir «al origen del boom de los cereales azucarados y con colorines y hemos ido desarrollándolo con un interior que evoca fiesta y diversión basado en los superpoderes de los cereales».

¿Algo pasajero?

La diseñadora de Cereal World admite que conoció este fenómeno de bares de cereales cuando vivía en Londres hace cuatro años. «En aquel momento ni entré, me pareció una chorrada de hipsters haciendo largas colas que no iba a llegar más allá». Sostiene que ahora piensa que este tipo de cafetería «que no es ni de invierno ni de verano, puede instaurarse y puede ser bastante factible a lo largo del tiempo».

Belzal también se muestra optimista: «Los cereales han formado parte de nuestra vida desde siempre, parecía una idea loca consumirlos fuera de casa pero a la gente le gusta». Además, espera que vuelva el auge de la 'calle de los pijos': «Desde que estamos abiertos hay gente que se está interesando por los bajos de la zona, esperamos que haya un efecto llamada, pero hace falta tiempo».