Fueron muchas las industrias y fábricas con las que contó nuestra ciudad durante el siglo XIX y varias se instalaron en el barrio de Santa Lucía, que ofrecía la ventaja para algunas de ellas de disponer de muelle propio a la hora de exportar sus productos. Las más conocidas fueron la de Cristal, de Tomás Valarino, nombrado Conde de Santa Lucía por Alfonso XII; y la de Desplatación, de Ignacio Figueroa, quien ostentaba también el título aristocrático de Marqués de Villamejor.

Pero muy próxima a ellas existió una tercera que posiblemente al no perpetuarse en el tiempo tanto como las dos anteriormente citadas sea la más desconocida para los cartageneros. Me estoy refiriendo a la Fábrica de Cobre, propiedad de la ´Compañía Metalúrgica San Juan de Alcaraz´, que tenía su sede social en Madrid y que ya disponía de otro establecimiento en la localidad manchega de Riópar que hoy alberga el Museo de las Reales Fábricas. En Riópar contaban con una mina de calamina, mineral necesario para obtener el zinc que unido a una aleación de cobre nos daba el latón.

Centrándonos en la nuestra, empezó a funcionar en 1877 y la dirección de la misma corrió durante muchos años a cargo del ingeniero industrial Antonio García Parreño. Podemos hacernos una idea de cómo era gracias a las litografías que la doctora en Bellas Artes y especialista en Patrimonio Industrial Marta Vera Prieto publicó en su tesis doctoral sobre las fábricas de San Juan de Alcaraz, a la que agradezco su permiso para que algunas de ellas ilustren esta historia.

En mis investigaciones fue un ejemplar de El Eco de Cartagena de octubre de 1887 el que me proporcionó interesante información sobre la Fábrica de Cobre y sus logros. Entre esos logros figuraba el de fundir y refinar los precipitados de cobre de Riotinto despojándoles de todo vestigio de arsénico, algo que según la prensa local no había sido logrado por ingenieros oficiales. También fue la primera de España que fabricó el tubo de cobre estirado gracias a un procedimiento especial y que era utilizado en locomotoras y otras maquinarias.

Algo parecido sucedió con el tubo de latón que tras haber sido probado en el Arsenal de Cartagena resultó ser superior a los fabricados en Inglaterra tanto en aleación como en resistencia. Estos tubos formaban parte de las calderas de los buques y la empresa metalúrgica consiguió en 1885 un contrato de dos años con el Ministerio de Marina para el abastecimiento, fabricación y conversión de tubos viejos por nuevos.

Y ya que cito el Arsenal, hay que decir que una especialidad fueron las planchas para barcos hasta el punto de que la Marina de Guerra la utilizó para las cubiertas de sus embarcaciones, y por otro lado el Cuerpo de Artillería se abastecía de los latones para la fabricación de cartuchería metálica. En 1890 algunas de las piezas que se elaboraban en la fábrica fueron expuestas en el Museo Comercial de Cartagena que el empresario Camilo Pérez Lurbe instaló en los bajos del Pasaje Conesa.

Pero, como ya mencioné, la Fábrica de Cobre fue más efímera en el tiempo que las de Cristal y Desplatación y acabó cerrando sus puertas durante la primera década del siglo XX.