Cada lunes y cada miércoles, desde hace dos meses, Valentina Sáez, cartagenera de treinta años, se enfrenta a una pizarra y a una decena de ojos atentos que esperan aprender un nuevo idioma a través de sus explicaciones. Ella está contratada por la Hospitalidad Santa Teresa, por lo que todos sus alumnos, varones entre 18 y 25 años, son inmigrantes ilegales que hicieron de una patera su medio de transporte para llegar a nuestras costas.

A través de este taller de idiomas, que habitualmente completan con clases similares en el centro de día de Accem, los recién llegados comienzan a aprender lo que les valdrá como impulso para labrarse un futuro en España. «Ellos quieren trabajar, buscan formación», relata Sáez, que afirma que «les interesa aprender español porque saben que cuanto más aprendan, más oportunidades pueden tener».

La profesora explica que «lo primero es el idioma, para que puedan integrarse en la sociedad de acogida». Señala que estas personas se encuentran «en situación irregular, han llegado hace tan poco que lo primero que intentan solicitar es la residencia temporal, pero ese es un proceso lento». Mientras, indica que «pasan por la Hospitalidad como un lugar transitorio, ya que lo máximo que pueden estar es tres meses, pero lo que están esperando es un piso, algo de lo que se encargan otras entidades como Accem, Cepaim o Cruz Roja».

La empleada de la Hospitalidad Santa Teresa sostiene que a menudo «buscan la rapidez, la inmediatez, y se dan cuenta de que el sueño migratorio no es la realidad que les habían prometido, no es todo tan bonito ni maravilloso».

"Se conocen entre ellos"

"Se conocen entre ellos"«La población inmigrante que estamos recibiendo ahora está cambiando», sentencia Sáez, «y detectamos que sus necesidades no son las mismas que hace 10 años; quieren trabajar y formarse pero conocen las redes sociales, tienen en ocasiones disponibilidad de teléfono móvil, y mientras que antes procedían de zonas más rurales, ahora llegan de áreas más urbanas».

«Sigo pensando en cómo se corre la voz, cómo siguen llegando tan jóvenes mientras que antes eran más padres de familia, y cómo saben perfectamente lo que tienen que hacer para conseguir el arraigo», se cuestiona la docente, que concluye afirmando que «si sigue habiendo una población que emigra, si los flujos migratorios se mantienen, eso significa que no han mejorado las condiciones en sus países».