Permítanme que les recuerde la obra maestra de Armiñán, interpretada magistralmente por nuestro insigne paisano Paco Rabal. Les hablo de 'Juncal'. Posiblemente sea la única obra que han visto y leído taurinos y no taurinos. ¡Cómo eleva el léxico a la categoría de arte, con frases rotundas, simples y cargadas de contenido literario desde la sencillez de un hombre capaz de demostrar que cualquier situación adversa puede hacerla reversible y llevarla al terreno de su razonamiento tocando las fibras sensibles en lo más profundo del ser humano!

Si alguien la ha visto o leído, recuerden cómo define el miedo su amigo el periodista al que calificaba de hombre de muy «mala leche». Dice así: «Miedo: temor, recelo, rescoldo, aprehensión, cuidado, sospecha, desconfianza, cerote, medrana, canguelo, cangui, pánico, julepe, jindama, pavor, mieditis, espanto, terror, susto, horror y repullo». 'Juncal' saludaba todos los días a la Maestranza, le decía «¡Buenos días mi reina! ¿Has dormido Bien? Y yo que me alegro».

El miedo, ¡ay el miedo! El miedo, ese 'rescoldo' que te roe las entrañas cuando sabes que has actuado mal perjudicando a tus semejantes. El miedo es esa 'jindama' que te roe cuando estás defendiendo algo en lo que ni tú mismo te lo crees; es el 'espanto' de cuando descubres que no eres el más listo porque te den un cargo de responsabilidad con capacidad de decidir el futuro de las vidas de los demás; el 'canguelo' cuando te pillan con las manos en la masa y no tienes justificación; el 'pánico' que se te acumula en las venas cuando tomas la decisión de subirte el ¡sueldazo! mientras a tu alrededor, aun en el mejor de los casos y teniendo un trabajo, tienen que ir a Cáritas para alimentar a sus hijos.

Yo aconsejaría a todo aquel que no ha visto la película de Jaime de Armiñán que lo haga o que lea el libro. Es de verdad una obra maestra sobre la que se pueden extraer conclusiones muy importantes de cómo fue la vida de un torero y cómo supo vivirla, y superar el trauma más grande que puede tener: ser apartado del toro; ese mismo que le dio tardes de gloria y después lo mandó al ostracismo más terrible, pero que reacciona sobreponiéndose a su desgracia e intenta hacerlo con personalidad, estilo y categoría. La frase lapidaria de Juncal? «Tomo nota».