Si usted tiene la desgracia de vivir fuera del núcleo urbano de cualquier ciudad o en una zona rural, cuando llegan estas fechas olvídese de arbolitos de navidad con lucecitas de colores, de pavo asado al horno o de encender un par de bombillas extra para darle luz a la cena en el salón. Su limitador hará plof y cuando solicite más potencia le dirán que no tienen infraestructura para suministrársela, que debe quedarse con sus límites contratados, que esto es un bien escaso y que no hay para todos.

Si se le ocurrió comprar un vehículo eléctrico no contaminante, casi a la vez que el permiso de circulación le llegará una carta de bienvenida de su eléctrica favorita ofreciéndole no sé cuántos puntos de carga con magníficas ofertas de kilovatio a precio de saldo. Usted verá el cielo abierto, contratará telefónicamente todos los que le quieran vender y cuando el técnico llegue a instalar a su casa le dirá que su gozo en un pozo porque no tiene potencia en su zona para más de un par de globos de leds de esos que se han puesto de moda estas navidades.

El problema se agravará cuando sus fluorescentes se pongan en modo fiestuki unilateral independiente de enciende y apaga, intentando gestionar los escasos 197V que le llegan si a sus vecinos les da por enchufar el brasero eléctrico a la vez que usted pone el horno para asar el pavo. Si telefonea a averias, aparecerá la brigada y le dirán que es lo que hay, que van a probar a cambiar de fase (esto no se sabe bien lo que es), que la infraestructura es escasa para el consumo y que no pueden hacer más. Si acaba elevando una reclamación a la compañía eléctrica le contestarán en unos meses que sí, que evidencian la escasez, y que está en su horizonte mejorar las infraestructuras sin dejar claro para qué siglo será, mientras usted quedará inevitablemente invadido por la seguridad de que no lo harán nunca y no le quedará otra que hacerse amigo de sus 197V para siempre, donde deberían llegar 230V como nunca.

Desde que el PSOE iniciara la privatización en 1988 hasta que el PP la llevara hasta el 97% en 1998, un sinfín de puertas giratorias han hecho su determinante papel y la lista de políticos acogidos por las eléctricas es un auténtico despropósito. La que fuera Empresa Nacional de Electricidad, Endesa, acabó en manos de una eléctrica pública italiana para repartir dividendos de 14.600 millones de euros nada más llegar, que por cierto, acabó invirtiendo en compras en Sudamérica. Desde ese día la luz ha subido un 400% y estamos en el top one de paganini de las facturas más caras del mundo y conforme vamos sustituyendo las viejas bombillas por leds pasamos a pagar más mientras consumimos menos, como monos perfectamente adiestrados. Un verdadero chollo para estos traficantes de oxígeno de primera necesidad.

Las eléctricas han pasado de ser un oligopolio a un auténtico monopolio disfrazado de un libre mercado para fingir que los precios se fijan en una subasta en la que concurren simultáneamente los que pujan para vender con una mano y comprar con la otra.

Y todo esto nos acabaría dando casi igual si las cosas funcionaran medio bien, pero haber puesto en manos de fondos buitres lo que debería ser un servicio público acaba dando el resultado esperado: inversiones mínimas, mantente mientras cobro, subidas continuadas y un servicio al usuario de república bananera. Y no alcanzo a entender por qué los ayuntamientos no tienen competencias en este asunto, porque estando obligados a garantizar los servicios mínimos a sus vecinos deberían intervenir de inmediato, como lo harían si no llegara el agua... O tal vez suceda que la cola de la puerta giratoria, aunque larga, sigue avanzando; o lo mismo es que no quieren enredarse en esfuerzo inútil. Y es que, como dirían Aznar o González, la energía ni se crea ni se destruye, simplemente, se privatiza.