Hace unos días la Seguridad Social tomó 7.792 millones para poder hacer frente a la paga extra de los pensionistas. De ellos, 358 millones se cogieron de la llamada hucha de las pensiones y sólo nos quedan 8.000 de los 67.000 que teníamos ahorrados en 2011. Ellos, los políticos, llevan las cuentas a su manera, rescatar bancos es costoso, las autopistas sin coches son caras, la corrupción instalada tiene alto coste, los ERES no son baratos y al final habrá que coger de donde haya, dicen ellos.

Yo nunca he tenido claro eso de los apartijos y los montones, como si en casa tuviéramos un paquete de monedas guardado para comprar el turrón de navidad y nos dejáramos morir de sed en verano para no gastar ese dinero en agua y, hasta ahí, ninguna objeción; pero malgastar la pasta del Estado en dar de comer al monstruo es bien distinto y tiene precio.

El problema viene en que simultáneamente a meter la mano en la caja por haberla metido previamente, se les ocurre inventar un ´bonito palabro´ para aplicar en 2019 y que estos genios han llamado ´factor de sostenibilidad´. Se basa en algo muy sencillo: o te mueres cuando lo tienen previsto, o la pensión bajará porque habrá que repartirla entre más tiempo. El Estado apostó cuando hizo las cuentas a que nos íbamos a morir a una edad y como Jalisco nunca pierde, no atreviéndose a matarnos directamente, ajusta el importe para acertar. Es la paradoja de que usted le reclamara cada año a su aseguradora de vida la prima del seguro por no haberse muerto, o a su seguro de decesos por no haber hecho uso de él, o a su seguro del coche por no haber atropellado a nadie. O al revés, que su seguro le hiciera pagar el siniestro porque le ha costado más que la prima.

Ningún gobierno permitiría este disparate a una empresa privada, pero ellos, los que hacen la ley con su trampa sí se pueden permitir ese cálculo. Y siendo así, donde el Estado mercantiliza el modelo, estaría bien que nos explicaran por qué no podemos dejar de cotizar a la Seguridad Social y poner nuestro dinero para la pensión donde nos convenga, o la parte que pagamos para la salud, también donde prefiramos, que puestos a hacer números y a servir de reintegro por divisiones, cualquiera sabría hacerlo... Y no me digan que algo tan serio no puede estar en manos privadas, porque el control que el Estado ejercería sobre ellos sería de tal magnitud, obligando a unos Fondos de Garantía tan desproporcionados, que a nadie se le ocurriría hacer en privado lo que ellos hacen en publico.

Y es que de envejecer y morir no habla casi nadie. Es feo hablar de asilos y pañales, de sillas de ruedas y de comida babeante derramándose en soledad por la escasez de medios. No mola. Mejor hablemos de vivir y de nacer, del carpe díem. Piensa sólo en ti con un té de anuncio en la mano. Verás qué bien. Así nos va mejor. Casi todos esperamos que nos toque El Gordo y embobados hemos acudido a gastarnos unos 3.000 millones de euros, de los cuales unos 900 no llegan a premios y otros 200 de impuestos irán a parar a los mismos que han planeado ese asunto de ajustar las pensiones a la esperanza de vida, es decir a la bolsa que gestionan los políticos.

Engaño sobre engaño. Un matemático ha demostrado que viviendo 100.000 años podríamos asegurarnos un Gordo de Navidad. Llevado a granos de arroz sería como encontrar el grano de color entre 100.000, o lo que viene siendo igual, meter la mano en una bolsa con 2,7 kilos de arroz, sacar un grano y que ese fuera el de color. Sólo hay uno. Sería El Gordo. Y es que a fe, a este pueblo nuestro no hay quien le gane, de otro modo quién sería capaz de sostener a esta clase política y este modelo de gestión.