Me llegó la noticia de que una usuaria de Facebook hizo un llamamiento para que la gente telefonease sin cesar a los números de urgencias a fin de ejercer presión y conseguir movilizar a los bomberos de Cartagena para que bajasen a un gato de un poste de la línea telefónica. Concretamente se atrevió a decir «hay que llamar y saturarlos». Las consecuencias fueron, según el comunicado oficial del meritado cuerpo, que «los teléfonos de emergencias estuvieron prácticamente saturados durante todo el día (?) y lo que es peor, teniendo que sufrir llamadas totalmente irrespetuosas por parte de algunos usuarios, aun cuando el servicio ya había sido prestado con horas de antelación». Me llama la atención que alguien, abanderando esa causa, se aventure a saturar una línea en perjuicio de una colectividad. Pero aún me llama más la atención que esta sociedad del bienestar, insaciable hasta la saciedad, tenga que enviar una dotación compuesta por camión y por cuatro bomberos a rescatar a un gatito de un poste telefónico, con el coste que ello conlleva y sobre todo con el peligro manifiesto de quedarse desasistidos o mal atendidos otros avisos de mayor envergadura donde la vida de las personas podría estar en juego.

Según me contó un bombero, esta euforia animalista, la cual está alcanzando límites insospechados, no es un hecho nuevo ni tampoco aislado; hará cosa de unos años un vecino del barrio de la Concepción les llamó enloquecido porque su papagayo se le había escapado, teniendo que intervenir estos hasta conseguir atraparlo entre los árboles y tejados de la zona.

El que los vigilantes del fuego -como les dicen en Italia- deban intervenir o no en casos de este tipo nos puede parecer excesivo o no como sociedad, si bien es cierto que están obligados a dar ese servicio público consistente en el salvamento a animales, ya que está previsto en el catálogo de actuaciones atribuidas al Real Cuerpo de Bomberos. Ahora bien, ¿es siempre gratis para el contribuyente?, o sea, con la normativa vigente al respecto y siguiendo con el último ejemplo: ¿el dueño del papagayo debería haber pagado una tasa por la prestación del servicio que redundó en su beneficio? A mi juicio sí y con la Ordenanza Reguladora de la Tasa por Prestación de Servicios en la mano también, puesto que ese hecho imponible devenga un tributo y en consecuencia no está exento, por tanto. Cosa distinta es que el Excmo. Ayuntamiento de Cartagena exija el pago.

No obstante, y para los que se echan las manos a la cabeza y piensan que el estado de bienestar no tiene límites, se equivocan. Es bien sabido que los montañeros infortunados no federados pagan sus rescates (sobre todo en el norte de España), que los empresarios pagan la tasa correspondiente cuando solicitan la licencia de apertura de un local que requiera el supervisado de bomberos, que los hombres de la mar o sus seguros pagan a Salvamento Marítimo cuando son auxiliados e incluso remolcados. Y qué decir tiene de nuestra intocable Seguridad Social, la cual no cubre los gastos médicos a los lesionados derivados de un accidente de tráfico, o cuando los diferentes municipios españoles no cubren los gastos de un funeral.

Entre tanto, me llegó la noticia de que en Orense, tras la ola de incendios que arrasó decenas de miles de hectáreas en Galicia, el servicio de intervención de emergencias del Consorcio Provincial había enviado facturas de más de 800? a personas que vieron arder sus casas, amparándose en una Ordenanza Fiscal Reguladora de la Tasa del Servicio de Intervención de Emergencias del Consorcio Provincial, dando de fecha límite para el abono el 20 de diciembre. Hecho que ha encendido las alarmas de los vecinos. No sabemos todavía si tendrán que pagar los gastos ocasionados aunque, a mi entender, el pago de ese tributo podía ser más que discutible, según lo que establece la norma. El debate está abierto en toda España y, aquí, en Cartagena, no sabemos si el rescate del gatito lo pagaremos todos los ciudadanos, su dueño (si lo tuviere) o la persona que hizo el llamamiento por Facebook.