Ilusión y desconsuelo casi a partes iguales son las emociones que envolvían el ambiente ayer en el Arsenal Militar frente al Buque de Investigación Oceanográfica (BIO) Hespérides, que inició con su partida la XXXI Campaña Antártica Española y que, por ende, supone el distanciamiento durante un semestre entre aquellos que embarcaron y los que se quedaron en tierra firme despidiéndolos.

Fue el comandante de fragata, Aurelio Fernández Dapena, quien detalló los proyectos a los que se va a dedicar el buque. «El barco va a trabajar sobre todo en dos proyectos científicos y después va a dar apoyo a las bases antárticas españolas», comentó. «Los proyectos científicos se enmarcan en el área de la geología y se va a estudiar tanto la evolución geológica de la Antártida y de los pasos oceánicos que la separan del resto de los continentes, como los volcanes, ya que es una zona de generación sísmica».

Todo ello se trabajará, según especificó el capitán, en el Mar de Bransfield, que se ubica entre la península antártica y las islas Shetland del Sur. El itinerario les llevará a entrar por Mar de Plata, y después continuarán para llegar a Ushuaia, la ciudad más austral del planeta. «A partir de ahí, entraremos en Ushuaia y Punta Arenas como puerto de apoyo y después volveremos por Buenos Aires», concluyó Fernández Dapena.

Hasta allí se dirige ya una dotación de 60 personas en un BIO que cuenta con capacidad para alojar hasta a 37 científicos, por lo que el volumen de movimiento máximo del barco ronda las cien personas. No obstante, a lo largo de la campaña, que cuenta con un total de 16 proyectos, participarán alrededor de 230 profesionales y hasta 122 investigadores se encargarán de la recogida de datos para todos esos proyectos dirigidos a monitorizar el cambio climático. El Ministerio de Economía, Industria y Competitividad destina 8,7 millones de euros para hacer posible esta campaña.

La vuelta está prevista para el 25 de mayo de 2018, una fecha que se torna algo lejana para los padres, hermanos, parejas, hijos o sobrinos que ayer asistieron al momento de ver marchar a sus allegados.

Antonio Reyes es la primera vez que embarca, y su hermana, María José, no quiso perderse junto a su hijo pequeño el momento de la despedida, que fue «triste pero con ilusión». De forma similar lo vivieron Diego Ruiz y María Ángeles Campos por la salida de su hijo, que repite en la aventura ya que «la primera vez le fue muy bien, fue una experiencia muy bonita y ha vuelto a tener la oportunidad».

La cara más triste se veía reflejada en otras familias que no eran capaces de soltar el pañuelo. «Ya se perdió el nacimiento de su hija y ahora se vuelve a ir», comentaba afectada la pareja de uno de los embarcados. Los padres de Alberto Gil también lo llevan «regular». «Se lo dijeron hace dos o tres meses y es cierto que él tiene ilusión pero no tanta como otras veces porque esta salida es muy larga», comentaban apenados pensando en la llegada de la Navidad. Según relató el comandante, pasarán «la Nochebuena y la Navidad atracados en Ushuaia, y el Fin de Año navegando».

Casi una decena de allegados de Javier Calderer, procedentes de Granada, también acudieron al Arsenal. «Tengo un susto en mi corazón muy grande», comentaba su madre, «y más después de lo que ha pasado con el submarino argentino». Algo emocionada, la mujer afirmó sentirse muy orgullosa de su «marinerillo» pero «con el corazón partido por si pasa algo».