Si por algo es conocido José Muelas es por haber sido el máximo responsable de la lucha por las mejoras en el Colegio de Abogados de Cartagena e incluso de su supervivencia. En 2009 accedió al cargo de decano y ya en aquel momento anunció que no estaría más de ocho años como una forma de respeto al sistema democrático. Ahora, a un mes de las próximas elecciones, mantiene su palabra y cumple la promesa de no presentarse. Dos legislaturas a sus espaldas ya han sido suficientes para labrarse un nombre no solo en la ciudad sino también a nivel nacional.

¿Le cuesta asumir su promesa de no-permanencia en el cargo?

Hace ocho años dije que ese tiempo sería mi máximo en el cargo por una cuestión de higiene democrática. Ahora la decisión de cumplir esa promesa depende únicamente de mí y no me gustaría fallarme a mí mismo. Siempre he sabido que llegaría este momento y lo tengo asumido desde que empecé.

Entre los candidatos que se postulan para sustituirle, ¿por cuál se decanta?

No voy a pilotar la sucesión, me voy y simplemente quiero que haya cuantos más candidatos mejor y que la gente vote lo que realmente quiera. Mi papel es el de ser imparcial y no tengo preferencia por ninguno más que por otro.

Ha logrado colocar el Colegio de Cartagena en el mapa. ¿Cuáles han sido las claves para conseguirlo?

Se llama inteligencia colectiva. Ser decano de un club donde el menos capacitado de los socios es abogado supone que hay una inteligencia absolutamente brutal, y eso es un capital que no se puede comparar con el dinero o los medios con los que se cuentan; solo hubo que ponerlo en marcha. Hemos conseguido que yo sea el decano más conocido de España y que el Colegio sea una referencia para los demás, y uno de nuestros puntos fuertes ha sido el uso de las nuevas tecnologías. Fuimos los primeros en utilizar las redes sociales, hace ocho años que nos creamos cuenta en Facebook y Twitter, y luego llegaron los demás. El Colegio de Murcia, por ejemplo, no tenía Twitter hasta hace un año, por lo que hemos ido por delante y el resto han comenzado a imitar nuestra forma de presionar.

¿Con qué dificultades se han encontrado a lo largo de esta etapa?

La parte fea es que hemos tenido que actuar siempre a la defensiva por amenazas enormes. En mi primer año se intentó que solo quedaran 17 colegios de abogados, uno por comunidad. En aquel momento llegamos a preparar incluso una huelga de hambre, y también colocamos nuestro ideario en un ebook que instalamos dentro de los iPads que les daban a todos los diputados que llegaban al Congreso. Fue una manera de difundir nuestra doctrina, y finalmente ganamos esa guerra. Ahí fue cuando nuestro Colegio empezó a formar ese carácter combativo que le caracteriza. Me siento orgullosísimo y lamento que nos hayan tocado estos años de estar contra las cuerdas, pero siendo tan pequeñitos hemos hecho cosas muy grandes y en España se nos mira con envidia.

Y la nueva Ciudad de la Justicia, ¿para cuándo?

En el Ministerio de Justicia hay ganas pero no podemos decirles que queremos una Ciudad de la Justicia y luego no ofrecerle los terrenos. Los responsables son los representantes de la ciudadanía, y Castejón sabe perfectamente que tiene ese imperativo de que hay que hacerlo ya puesto que estamos en fase de aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Si no, se puede generar otro retraso.

¿Dónde la imagina ubicada?

La imagino en cualquier sitio, se han barajado varias opciones como la Factoría de Suministros, que me parece una idea espléndida, pero existen otras y ni los abogados ni yo somos quienes tenemos que decidir. Debe ser el Ayuntamiento el que diga dónde le conviene a la ciudad.

¿Qué planes le quedan por cumplir antes de abandonar el decanato?

El Corredor Mediterráneo es muy importante y en enero, probablemente el día 26, nos vamos a reunir todos los decanos del Corredor Mediterráneo en unas jornadas que me pidieron que organizara. Yo dejaré el cargo a finales de enero o la primera semana de febrero, pero antes celebraremos este congreso para presionar por el eje Mediterráneo y hablar de otras iniciativas de configuración del Estado.

Entre los proyectos que ha puesto en marcha está la Escuela de Práctica Jurídica. ¿Funciona bien?

Pues tenemos nuestro máster, ya que ahora para ser abogado hace falta el graduado y un máster, y no podíamos no estar a la altura. Llevamos ya cinco o seis años y ahí va, funcionando, es una de esas cosas que desde el principio comenzó a rodar sola. Vienen alumnos de la Comarca, de la Vega Baja, de Cartagena, de San Pedro, de San Javier, algunos de Murcia...

Se ha hablado mucho de la situación de los abogados de oficio. ¿Cómo está ahora mismo el tema?

Entre lamentable y miserable. Ahora mismo un abogado del turno de oficio en Cartagena recibe tres veces menos sueldo por parte del Ministerio que lo que la Generalitat o la Comunidad de Madrid pagan. Además, las retribuciones suelen llegar con entre seis y nueves meses de retraso. El Consejo General de Abogacía Española ha sido extremadamente tibio en su reivindicación en este aspecto, porque tendría que negociar y no ha cambiado nada en los últimos 21 años. Es comprensible que los abogados de oficio estén realmente enfadados. Por ejemplo, si ayer llegaron a nuestros muelles cerca de 500 inmigrantes, hoy nuestros abogados tendrán que entrevistarse con ellos y se les pagará probablemente dentro de nueve meses.

Para acabar, ¿qué historia tiene usted con el ajedrez?

Lo cierto es que una vez jugué contra el campeón del mundo, en la final del Masters que organizaba el Hotel Bali de Benidorm allá por el año 2004. Al margen de eso, soy aficionado pero alguna vez he jugado muy bien y es una de mis pasiones desde la adolescencia o puede que antes. Ahora se me ha pasado la edad porque se supone que el momento fuerte es en torno a los 35 o 40 años, pero me sigue gustando competir por equipos, ir a algunos torneos oficiales y así mantener en forma el músculo cerebral.