Dice la familia de los ajusticiados que los que van a hacer justicia de la buena son ellos y al precio que sea, que muerte a Los Gasolinas y a lo que se ponga por delante. La familia de la niña de dos años degollada hace unos días por su padre en venganza sobre su madre, no debe andar demasiado lejos en pensamiento único, aunque el hombre -que salió vivo de su particular balconing- debería haber empezado la historia al revés, primero se prueba el salto desde el décimo que no quepa fallo y después, según quedemos, vamos viendo lo de empezar a degollar.

2017 ya es el año con más niños asesinados por sus padres en venganza contra sus madres y aquí también vamos sumando puntos en este macabro modelo social que para estar a la cabeza de todo ha sido capaz de sobrepasar lo que la naturaleza animal no va a conseguir nunca.

Circuló por la red un video de dos leones machos haciendo de las suyas en asuntos de amor, pero no creo que la siguiente evolución de la especie pase por ver al león matando a sus crías porque la leona haya mirado fino al león melenudo del árbol de enfrente, que las cosas tienen límite, dirán los leones copiones, que algunos humanos ya lo han explicado y dicen los de Kenia que esto es culpa del gran volumen de turismo gay que ha empezado a ir por allí y ahí tenemos el ojo por ojo bien definido, que si no dejaran entrar gays a la selva los leones no habrían copiado asuntos de fistros pecadores del diodeno vaginal que nadie habría explicado mejor que el genio recién elevado a las mejores praderas de Bonanza.

Ya lo decretaba la ley del Talión, ese principio jurídico de justicia retributiva basado en imponer un castigo bien identificado con el crimen cometido, buscando una reciprocidad en la pena, una cosa así como idéntica o semejante a pagar similar a lo que hubieran cobrado por su delito.

El caso es que ese tipo de mandatos retributivos de carácter ético no acaba sonando mal del todo y la máxima de este complicado principio de reciprocidad, que debía ser ‘no puedes pedir si antes no das’, nos habría podido hasta valer si no fuéramos capaces de pervertir la vuelta como especialistas que somos en desfondarlo todo.

Históricamente debió establecerse seguramente para poner límite a la venganza, aplicando así la ley. La mesura estaba garantizada, un muerto, otro muerto, un daño, otro igual, y conociendo lo perverso que habita en la naturaleza humana preferían tener controlado el cotarro a seguir con barra libre y que por dos muertos no vengan ahora los de allí y se cobren cinco y luego para compensar, los de aquí ajusticien a ocho y así hasta dar al traste con el modelo pretencioso de poner paz en asuntos del matar, aunque fuera con una aritmética de esencia tan macabra.

Gandhi centró el tiro de la paz y sobre esta ley decía que ‘ojo por ojo y el mundo acabará ciego’, lo que dejaba claro que no le suponía al hombre ninguna capacidad para dejar de buscar la venganza ni para garantizar ley equidistante alguna, porque eso de los precios es aún más relativo que el tiempo. Y ahí sigue la cosa, que parece que en la ardua búsqueda de venganza o igual en defensa de ella, los de Junts pel Sí tenían previsto volver a implantar la mili, y como dice un docto amigo, lo que hubiera dado yo por asistir a la jura de bandera de esos grandes muchachos de la CUP en desfile patriótico militar. Pero del tema catalán, no vamos a volver a hablar.