Hay que reconocer que internet ha cambiado positivamente el mundo. No podríamos concebir la nueva era en la que habitamos sin los sustanciales avances del mundo de la información y de la interconexión entre los millones de usuarios en línea. Sin embargo, existe el lado oscuro de la fuerza, la otra cara de la moneda y del género humano, capaz de las más altas cotas de progreso, inteligencia y generosidad y, a la vez, de los más bajos y espúreos instintos e intereses egoístas. Los usuarios de internet, de las redes sociales, de los blogs o de las páginas de noticias digitales empiezan a tener conciencia de que ni es oro todo lo que reluce ni es verdad todo lo que se publica.

La era de la información y de los nuevos descubrimientos compartidos es, al mismo tiempo, la era de la confusión, de la ocultación, de la desinformación y, por supuesto, de la manipulación con métodos modernos. La clave, como siempre, está en la capacidad crítica de los usuarios, una lucidez que solo la da la cultura, el contrastar las informaciones que nos llegan, el sentido crítico y casi la duda cartesiana de dudar de todo cuanto se nos dice.

En la actualidad, las empresas, los gobiernos, los grupos de poder, los grupos opositores, los credos religiosos, las sectas, los partidismos, los populismos, los extremismos, etc. utilizan métodos sofisticados de desinformación, manipulación y control de la opinión pública que ya hubiera soñado Joseph Goebbels, para su ministerio nazi de «ilustración pública y propaganda"«Los ciudadanos cada vez tenemos más acceso a la información pero, a la vez, cada vez estamos más desprotegidos ante la manipulación, la mentira y el control interesado de la opinión pública. La prensa tradicional escrita, la radio y la televisión están en plena crisis, precisamente por los efectos de las nuevas tecnologías, con sus luces y sus sombras. Es cierto que hay un intento de los medios de acercarse a este nuevo mundo de internet y de los teléfonos móviles que permite propagar información, imágenes, noticias y comentarios e, incluso, participar en el propio proceso, compartiendo o generando nuevos contenidos en la red.

El horizonte, sin duda, es apasionante, pero, por otro lado, ya estamos sufriendo esa otra vertiente peligrosa, y dañina que también llevan consigo los nuevos descubrimientos humanos. Empezamos a sufrir, por ejemplo, esos seres anónimos y malignos, como esos monstruos mitológicos que llamaban trolls, que no descansan en su funesta misión de envenenar, malmeter, desacreditar, engañar y manipular. A veces los troles son relativamente inofensivos, pero cada vez más, detrás de estos bichos se esconden personas y organizaciones con oscuros intereses realmente dañinos y, casi siempre, con algún tipo de inconfesable ánimo de lucro o de extorsión. Los troles son inaccesibles al desaliento, pesados e insoportables, no cambian cuando se les ofrecen argumentos lógicos y no hay manera de ser razonables con ellos. Los troles no sienten ningún tipo de remordimientos, sino que se regocijan con infringir daño. Cuando los troles van a por ti, si te ven enojado se vienen arriba, se alimentan de ello, con lo que una de las mejores opciones es eliminarlos y bloquearlos en todo tipo de redes sociales. La verdad resulta cada día más aburrida y no es de extrañar que, pese a los avances de la información y la formación, la humanidad siga pendiente del amarillismo y el cotilleo de falsedades.

Al final, los troles lo único que pueden conseguir es sacarte de tus casillas o hacerte perder el tiempo desviándote de tu camino, tu tarea o tus objetivos y, en este sentido, no hay mejor arma contra ellos que ignorarlos y demostrar que no pueden contigo, por más daño que te intenten hacer, nada mejor que demostrar la inutilidad de su existencia y su misión en la vida. Al final florece la verdad verdadera, la opinión honesta y la información contrastada.