Que el hallazgo de la interesante fotografía que sirve de ilustración a esta historia lo que me animó a escribir sobre el principal protagonista de la misma, el vapor correo ‘Isla de Panay’. Una imagen de tarjeta postal en la que apreciará el lector que las letras de cabecera están invertidas, y ello es así porque la que estaba invertida era la foto y nada cuadraba con la realidad. De izquierda a derecha vemos la inmensa mole del Castillo de la Concepción con la linterna, en primer plano el faro de la Curra, sobre la popa de la embarcación destaca el cerro de Despeñaperros, y al fondo sobre la cubierta del barco la silueta inconfundible del Castillo de los Moros. Y no podía faltar algo muy nuestro, un latino con sus velas triangulares al igual que las que agitan al viento los molinos cartageneros, que no quiso perderse la salida del gigantesco vapor.

Construido en los astilleros escoceses de Greenock, fue botado en junio de 1882 y aunque originalmente perteneció a la Compañía General de Tabacos de Filipinas, finalmente fue adquirido por la Compañía Trasatlántica fundada por el Marqués de Comillas Antonio López y López. El barco medía 110,77 metros de eslora; 13,06 de manga y 9,45 de puntal, con un desplazamiento de 7000 toneladas, un tonelaje bruto de 3545 y un andar ordinario de 11 millas.

Transportaba correo y mercancías pero contaba también con camarotes de diferentes categorías, desde los más lujosos hasta los más sencillos para los modestos emigrantes. Las líneas originales que cubría eran las que conectaban España con Puerto Rico y Cuba pero posteriormente se ampliaron a Filipinas, Méjico, la Guinea española y otros países.

En nuestra ciudad, la compañía consignataria de la Trasatlántica era la de los Hermanos Bosch, encargada de comunicar en la prensa local los telegramas que enviaba el ‘Isla de Panay’ anunciando su salida desde Manila y otros puertos importantes. Precisamente desde la capital filipina llegaban a Cartagena grandes cantidades de azúcar en su modalidad de centrifugado o blanquillo que eran muy cotizadas en los mercados locales.

Dada la condición de plaza fuerte y base naval de nuestra ciudad no era extraño leer en la prensa local noticias como esta: «En el vapor correo de Filipinas ‘Isla de Panay’ y procedente de Manila, ha llegado esta mañana nuestro amigo el ingeniero de la Armada D. José Galvache».

La Guerra de Cuba hizo que el buque fuera utilizado para el traslado de tropas, material bélico y la repatriación del personal militar y de heridos que venían de luchar en la contienda, y lamentablemente, siendo el trayecto tan largo, fueron diversas las ocasiones en las que varios soldados llegaron ya muertos.

Como menciona el historiador José Luis Asúnsolo en un artículo sobre la Compañía Trasatlántica en las Guerras Coloniales del 98, el ‘Isla de Panay’ batió el récord de muertos a bordo al tener que lanzar 120 cadáveres por la borda. Toda una tragedia.

Finalmente, nuestro protagonista de hoy acabó sus días en diciembre de 1929 de una forma trágica, pues naufragó en un bajo llamado Los Primos entre Santa Isabel y San Carlos, en la isla de Fernando Poo.