El escudo de armas de nuestra ciudad sufrió diversos cambios a lo largo de la historia pero quizás uno de los más importantes fue cuando pasó de ser oval a tener una forma más rectangular. Ello se debió al cronista Federico Casal, quien en 1929 pronunció una conferencia en el Círculo Ateneo bajo el título ´El Escudo de Armas de la Muy Noble y Muy Leal Ciudad de Cartagena´. En dicho acto propuso cómo debía ser representado dicho escudo formado por un castillo sobre peñas batidas por las olas del mar, una corona mural y los leones y castillos de los Reinos de Castilla y León. Esto no fue óbice para que durante varias décadas del pasado Siglo XX tanto en documentos oficiales como en guías de la ciudad se alternaran ambos modelos hasta la completa desaparición del oval.

La intención de esta columna hoy no es entrar en materia de heráldica, que para ello hay expertos más competentes, sino contar algunas historias relacionadas con el uso del escudo. La primera de ella nos lleva a la petición formulada en 1888 por el maestro herrero y cerrajero Pascual Rodríguez, propietario del taller denominado ´La Industrial cartagenera´. Dicho caballero decía que algunas ciudades españolas habían ofrecido el uso del escudo como marca de fábrica en sus productos y por ello esperaba que el Ayuntamiento le autorizara a poder hacerlo, dejando eso sí una copia registrada en el Archivo Municipal para evitar las imitaciones. No habiéndose conservado el documento con la respuesta municipal ésta debió ser negativa pues el diseño presentado, que puede ver el lector, no llegó nunca a figurar en los anuncios publicados por el taller de hierros y cerrajería en la prensa local.

La segunda historia viene de la mano del comerciante Francisco Galindo Román que se dedicaba a la venta y elaboración de sombreros y gorras en la calle Cuatro Santos. En febrero de 1927 en una instancia dirigida al Ayuntamiento afirmaba que tenía patentada una clase de gorras confeccionadas con boinas, con patente de invención número 97.611 y que como cartagenero de nacimiento había optado por el escudo de nuestra patria chica como marca registrada para dichas gorras. El problema era que necesitaba el permiso municipal para remitirlo al Ministerio del Trabajo en quince días ya que transcurrido ese plazo sería declarada en suspenso dicha marca. De la instancia no puedo dejar de reproducir la frase que decía que «sólo fue el ánimo del que suscribe llevarlo todo a base de puro cartagenerismo». La Comisión Municipal Permanente del Ayuntamiento le concedió permiso sin perjuicio del pago del impuesto correspondiente o que en su día pudiera establecerse sobre este género de concesiones. Y este último punto es el que da pie para la última de las historias que nos lleva al mes de enero de 1948, momento en el que la sección de Hacienda del Ayuntamiento decidió aprobar una ordenanza relativa a derechos o tasas por el uso del escudo de la ciudad.

Concretamente imponía el pago si se usaba en las marcas de fábrica, membrete, nombres comerciales, razones sociales, anuncios, etiquetas y en general cuantos medios de propaganda industrial o mercantil se utilizaran. Estaban exentos del pago de este derecho o tasas las obras o entidades de carácter benéfico cultural, las asociaciones integradas por funcionarios y obreros municipales y aquellas empresas que obtuvieran concesiones del Ayuntamiento en virtud de las cuales estuvieran exentas de pago de la tasa por tratarse de empresas de servicios públicos. La tasa anual por el uso era de cien pesetas, se podía pagar por anualidades anticipadas, debía satisfacerse el primer trimestre de cada año y quien usare el escudo sin el permiso correspondiente sería castigado con una multa de doscientas pesetas. Para la curiosidad del lector contaré que la primera entidad que pagó dicho impuesto fue el Casino de Cartagena, que a lo largo de su historia siempre ha lucido orgulloso el escudo de nuestra ciudad.