Estoy aprovechando estas horas, ya cercanas a mi final, para recordar los buenos momentos y los muchos fracasos que he vivido como cartagenero reivindicativo y soñador, y como modesto político regionalista y cantonal, orgullosamente español y nunca separatista.

Yo tuve la suerte de nacer en la calle Palas de Cartagena. Fui un niño deportista con vocación de aviador militar, pero un accidente mortal de mi hermano mayor, piloto de pruebas, cambió mi destino. Aprobé entonces las oposiciones de funcionario en CAMPSA, con plaza en Madrid, y pedí el traslado por dos años a Cartagena, por grave enfermedad de mi padre. Pero una agraciada, aguerrida y simpática joven se cruzó en mi vida una de mis noches en el 'Rincón de Pepe', y en esta ciudad continúo, a su lado, más de cincuenta años, tres hijos, siete nietos y muchos amigos después.

Tengo claro que a estas alturas de mi vida no voy a renunciar ni a mis ideales, ni a mis sueños.

Nadie puede negar que en Cartagena existe un profundo, y arraigado, deseo popular por obtener de las autoridades regionales una mayor atención y un adecuado reconocimiento político, justificados, ambos, no solo en su importante y trimilenaria historia, sino también, en su actual fuerza industrial, mercantil, turística y agrícola. Yo pretendo, con las fuerzas que me queden, luchar contra el constante y palpable abandono al que tienen sometida a Cartagena, donde la implantación de casi todos nuestros derechos ha costado sudor y lágrimas, a pesar de tener más habitantes que la mayoría de las capitales de provincia españolas.

La ciudad de Murcia cuenta con el favor político regional; sus tres 'regidores': el alcalde, el presidente de la Comunidad y el delegado del Gobierno; y la grandísima ventaja de tener unos habitantes unidos en la defensa de sus actuales privilegios, mientras que los cartageneros solemos anteponer la afiliación política a nuestros sentimientos.

No aspiro a arrebatar a Murcia la capitalidad que ahora ostenta, ni a romper lazos familiares e históricos, sino a recuperar para Cartagena, por el bien de toda la Región, una mayor personalidad política y administrativa, que permita aumentar el poder actual de nuestra Comunidad Autónoma. Una comunidad casi 'unimunicipal', que no ha sido capaz, en estos treinta y cinco años, de resolver sus reivindicaciones históricas más importantes: el déficit hidráulico, las tercermundistas comunicaciones, un menguante sentimiento regional y la casi nula personalidad política ante el Estado y las Comunidades limítrofes, que siempre anteponen sus intereses.

Todavía albergo sueños de grandeza para mi cuidad, y aunque ya no tengo la esperanza de ser partícipe de los mismos, quisiera, desde estas mis últimas líneas, esparcirlos a todos los vientos y contagiar, de esa forma, a otros soñadores más jóvenes que puedan conseguir materializarlos. En 1977, unos pocos supimos conectar con los sentimientos compartidos por la gran parte de los cartageneros, y conseguimos realizar la mayor manifestación popular nunca realizada en nuestra ciudad, pidiendo la restitución de la provincia para la Comarca del Campo de Cartagena.

Ése es el espíritu que aspiro recuperar en estos momentos, para conseguir lo que en conciencia y justicia nos pertenece.

Esa unión de todos los corazones cartageneros conseguirá derribar unas barreras que hoy en día solo se justifican por un temor a que Cartagena haga sombra a la capital, sin comprender que el desarrollo de ambas ciudades puede ser complementario, y beneficioso, para el resto de los municipios de una futura comunidad multiprovincial.

Cartagenero, cantonal y californio, ese quiero que sea mi epitafio. Así se lo he comunicado a mi hijo mayor y sé que cumplirá su palabra, siempre lo hace. He sido padre, abuelo, funcionario, empresario, y cartagenero... por encima de todo, cartagenero. Hijo de una ciudad que siempre defenderá sus profundas raíces históricas, sus grandes posibilidades sociales y económicas y el derecho histórico a recuperar su propia personalidad política, con la restitución de la Provincia de Cartagena.

Este artículo llegó a LA OPINIÓN días después del fallecimiento de nuestro colaborador Gonzalo Wandosell. Aguardaba en su ordenador bajo el título 'Artículo póstumo G. W.' La familia lo encontró y lo remitió a esta Redacción para su publicación. Desde la Delegación de Cartagena ha sido un honor contar con Gonzalo como columnista. Enviamos un abrazo fuerte a su familia. Ésta siempre será su casa.