La actualidad informativa nos lleva a recordar hoy el paso por nuestra ciudad de Josep Tarradellas, presidente de la Generalidad de Cataluña en el exilio desde 1954 y cuyo regreso en 1977, auspiciado por el presidente Adolfo Suárez, significó un nuevo periodo en la política catalana y nacional. Un año después el señor Tarradellas realizó una visita a las provincias de Albacete y Murcia, tres días intensos de los que, por evidentes razones, narraremos lo sucedido en nuestra ciudad.

El 14 de septiembre de 1978, a la una y cuarto de la tarde, llegó a la plaza de San Sebastián el señor Tarradellas a quien acompañaba su esposa, el gobernador civil y miembros de su séquito. En las puertas de Capitanía General lo esperaba el ayudante del Capitán General quien lo acompañó al interior del edificio donde departió brevemente con el Almirante Muñoz- Delgado y Pintó.

Posteriormente se dirigió al Palacio Consistorial donde aguardaban su llegada el alcalde Bernardo García-Pagán, su esposa y miembros de la Corporación Municipal. Según decía la prensa local, no había muchos ciudadanos esperándole y los que estaban presentes se mostraron indiferentes ante la presencia del señor Tarradellas.

Una vez en el despacho de alcaldía la primera autoridad municipal expresó la satisfacción de Cartagena por acoger a tan ilustre visitante y le deseó una feliz estancia en su nombre y en el de la ciudad. Tampoco olvidó el señor García-Pagán hacer referencia a los lazos que de siempre habían existido entre Cartagena y Barcelona.

Tras el alcalde intervino Tarradellas, que comenzó aludiendo al honor que para él representaba estar en Cartagena y, al igual que el alcalde, también habló de los vínculos que unían a nuestra ciudad con Barcelona. Textualmente dijo que «Cartagena está unida a Barcelona desde hace siglos, ambas ciudades tenemos mar y en Barcelona existe el mejor museo marítimo del mundo». Respecto a los motivos de su viaje manifestó su deseo de estrechar los lazos que ya existían entre las dos ciudades y reconoció que no conocía Cartagena pero que la había encontrado extraordinaria. Las últimas palabras del presidente de la Generalidad fueron para pedir por una España próspera y llena de bienestar.

A continuación, el alcalde de Cartagena recibió de manos de Tarradellas un presente en forma de retablo románico del Pirineo, y el alcalde por su parte le entregó varios regalos típicos de la ciudad y a su esposa una medalla de la Patrona de Cartagena, la Virgen de la Caridad. Realizaron una visita por varias dependencias del Ayuntamiento y el señor Tarradellas firmó en el libro de oro de la ciudad escribiendo la siguiente frase: «Muy agradecido de esta Cartagena admirable y que tantos lazos de amistad nos ha unido y une con Cartagena, con un cordial abrazo».

Tras abandonar el Palacio Consistorial se dirigió de nuevo a Capitanía General, allí almorzó con el almirante Muñoz-Delgado y Pintó, y tras visitar el Arsenal y el carenero de Bazán dio por concluida su visita.

Hoy más que nunca las palabras del señor Tarradellas pidiendo una España próspera y llena de bienestar cobran su importancia, y por eso no es extraño que su figura haya sido recordada en diversos medios nacionales, de ahí la intencionalidad de la historia de hoy.