Si se les ocurre preguntar a cualquier preso y en cualquier cárcel del mundo sobre su culpabilidad en el hecho por el que fue juzgado, todos le dirán que son inocentes, que están ahí injustamente, que no se tuvo en cuenta tal o cual atenuante, pero sobre todo, cualquiera de ellos estará dispuesto a explicarlo concienzudamente.

Imaginen que nos concediéramos todos y mutuamente la oportunidad de autojuzgarnos, autoimponernos la pena o concedernos la inocencia eterna por decreto personalísimo, ya suponen lo que sería de nosotros y de nuestro sistema jurídico.

No conviene ni siquiera mentar acerca de los enormes errores que la justicia ha cometido, comete y cometerá, son muchos, lo damos por hecho y asumido, pero lo que no tenía ni pies ni cabeza era lo de tomarla por su mano y que tuviera éxito.

Si yo fuera Juana es probable que hubiera intentado algo parecido, primero se convence a un vecino, luego al otro, luego se imprimen carteles, se convoca a algún medio y poco a poco empieza a parecer que por gritar más, tenemos más razón. Tampoco podemos culpar a los de la pancarta que no tienen por qué conocer el más mínimo detalle de cómo funciona la cosa.

El problema real ha sido que durante todo este tiempo hemos escuchado a periodistas y tertulianos bañándose en su propia tinta y apuntándose a un carro que estaba claro que acabaría por el inevitable pedregal y es que nada mejor que apostar con el dinero de otros, o como en este caso, con la libertad y la responsabilidad penal de otra, de Juana, para salir indemnes.

Que el PSOE, que se sienta en las sillas donde se dictan las leyes que la jueza tiene que hacer cumplir, del Congreso y del Senado, haya salido públicamente a reiterar su apoyo a la madre después de no haber cumplido inicialmente el mandato de entregar sus hijos al padre y haya considerado desproporcionada la decisión de los jueces por investigar a este o a aquel, sólo puede interpretarse como una temeridad manifiesta de quien no tiene nada que perder en este caso y sí algún voto que ganar con el acercamiento politizado y mediático a la opinión simple y primaria de la cartelería y la cacerolada.

Es verdad que mola mezclar velocidad con tocino y apuntarnos todos al feminismo reivindicativo de portada gratis, al matriarcado demoledor contra un patriarcado machista o a los quince emes demagógicos orquestados por el cuarto poder y para poner guinda, nada mejor que añadir las cifras de niños asesinados por su padre, como he llegado a ver de pluma de alguna licenciada en derecho, escritora y feminista que llegó a decir que Juana estaba en la casa de todas las personas de buena voluntad.

Pues no. Somos muchos los de buena voluntad que no la tuvimos en la nuestra y que además no conseguíamos explicarnos qué estaba pasando. Al final Juana ha sido la auténtica víctima en manos de este elenco de progres, feministas y otros especímenes que no siendo ignorantes, como los vecinos del cartel y sabiendo muy bien el riesgo que no corrían, han alentado y engañado de manera indecente a quien en una situación de absoluta vulnerabilidad es capaz de lo que sea por mantenerse al lado de sus hijos, igual que habría hecho el padre en idéntica situación.

Ellos han salido todos ganando, desde abogados temerarios en busca de minutos de televisión gratis, hasta la maquinaria mediática que siempre necesita carnaza picante para alimentar su monstruo.

Juana estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado y nuncan faltan titiriteros de la estafa para hacer más rentable este circo y ahora, si te he visto, no me acuerdo.