Harto de los que tildan de «ingenuos» o «buenistas» a quienes reclaman inteligencia, prevención y cabeza fría para enfrentarnos a las causas y los efectos de la barbarie y el terrorismo. Harto de quienes propagan la estrategia de recurrir a los instintos más primarios de la gente, manipulando, desinformando o promoviendo el odio contra los otros, sean moros, cristianos, judíos, gitanos, negros, rojos o azules.

Harto de quienes ocultan la verdad de quiénes son los que están detrás de toda esta espiral de violencia que asola todo el mundo y que nos salpica cada vez más. Harto de los que exculpan a los errores de las políticas de los países poderosos, con sus intereses económicos, militares y estratégicos, y su corresponsabilidad en la creación, utilización y propagación de la ciega bestia del yihadismo. Harto de quienes nos infunden el miedo a nuestros vecinos si son distintos, afirmando que los musulmanes, los cristianos o los judíos son peligrosos porque va en su raza o en su ideario o en sus creencias y luego hacen negocios con 'países amigos' como los del Golfo Pérsico, a quienes facilitan armas.

Harto de los que confunden Islam con radicalismo o cristianismo con conservadurismo. Harto de quienes culpan a una mayoría de gentes de buena voluntad de lo que hacen sus gobiernos o de lo que hacen sus minorías radicales. Harto de los que aprovechan el miedo y el dolor para sus fines políticos y económicos de cualquier tipo. Harto de quienes nos quieren convencer de soluciones fáciles cuando hay mil maneras tan fáciles para los descerebrados y manipulados terroristas de atentar. Harto de quienes se agarran a ello para culpar a unos políticos con los que se discrepa, por muy grandes que sean esas discrepancias. Hartos de quienes fomentan división entre los demócratas y así les hacen el juego a los terroristas. Harto de quienes permitieron, apoyaron o miraron para otro lado cuando fuimos a la guerra con aquella mentira de «créanme, tienen armas de destrucción masiva», y ahora tenemos que soportar que ello sea la excusa perfecta para radicalizar islamistas.

Harto de quienes promueven interesadas campañas exageradas para provocar división y odio y para ganarse el apoyo de la pobre gente a la que en realidad se menosprecia, explota, roba y miente, diciendo, por ejemplo, que todos los inmigrantes reciben subvenciones, que no trabajan en su mayoría y que se aprovechan de nuestra seguridad social. Se olvida a los que trabajan en situaciones infrahumanas, explotados, sin declarar, con menos sueldo que los nacionales, haciendo ricos a muchos sinvergüenzas que luego van mucho a misa. Como se olvida a nuestros vecinos inmigrantes que trabajan y cotizan, consumen y compran, alquilan y hacen más llevadero nuestro sistema de pensiones y nuestra economía, no como muchos de los gerifaltes que nos saquean o evaden impuestos.

Harto de que no se vea que la inmensa mayoría de los inmigrantes ya quisieran estar en sus países si allí se pudiera vivir. Harto de quienes quieren meternos miedo porque hay gentes de otras procedencias, religiones o etnias en nuestras calles o plazas, cuando lo cierto es que vamos a un mundo global y multicultural, como se ve en las ciudades avanzadas y prósperas, con sus barrios hindúes, chinos, hispanos o árabes. Harto de quienes quieren hacernos creer que los problemas que ello genera, en lugar de resolverlos con prevención, educación y políticas de fomento de la ciudadanía, se resuelven con la fuerza, la expulsión, el cierre de fronteras, etc. Ellos saben que eso no funciona y cuando gobiernan no lo llevan a cabo, pero lo venden para calentar al personal, hacer caja o ganar poder. Harto de tanta violencia, cerrazón, incultura, soberbia, inhumanidad y ceguera, muchas veces venida de los que dicen que defienden tal o cual causa, mientras se enfundan en unas u otras banderas o en los distintos símbolos religiosos o diferencias culturales. No sois de los nuestros ni sois de ellos. Ningún Dios, ni el cristiano, ni el musulmán, ni el judío os quiere en su mesa. Algún día la humanidad abominará de todos los salvadores y de todos los mercaderes de la sangre.