El Gran Hermano hace tiempo que nos vigila, y no me refiero al programa de la teletonta, sino al gran poder que todo lo controla y del que nos hablaba George Orwell en 1984, esa novela visionaria escrita hace ya 70 años. Resulta que hace unas semanas se me rompió la cámara fotográfica y tras buscar en internet distintos precios para adquirir otra, ahora, que cada vez que abro cualquier página me aparece la publicidad de la EOS por todas partes. Creo que por estas prácticas, de espiar nuestras búsquedas, le han metido algún pleito a Google. Lo que me extraña es que mis búsquedas de otros temas no surtan efecto: no me machacan con publicidad de libros, ni de nada que tenga que ver con el arte.

Lo realmente raro es que una tal Carol Tice, escritora independiente de Seattle, se haya dignado mandarme un artículo para ayudarme en mi tarea de escribir. Se trata de 50 temas para escribir. Admito que, antes de traducir, cuando he visto lo de 50 ya me creía que iba por otro lado y he estado por decirle (decirme, claro) que había pinchado en hueso, pues soy un firme denostador de este número que me recuerda el inexorable paso del tiempo, la insistente publicidad de viagras que últimamente recibo y, peor aún, las tantas sombras de Grey.

Pretende esta escritora independiente que no se nos agote la inspiración con estas 50 recetas. Sin embargo, mientras desayunábamos esta mañana, yo le había casi prometido a mi mujer, ante su indignación, que iba a escribir contra la nefasta actitud de los medios de comunicación de avasallarnos con el fútbol y las tonterías de los futbolistas famosos y hombres, mientras se relegan otros deportes y sobre todo si las deportistas son mujeres. Es un tema que a mí también me harta bastante, pues es otra de las campañas del mismo Gran Hermano que nos ha controlado desde siempre a la humanidad: pan y circo, pan y toros, pan y fútbol, pan y tele o pan y grupos de Whatsapp? Y ahí estamos nosotros que, ante ello, tomamos de vez en cuando la drástica decisión de dejarnos el pan, por supuesto. Lo escribió Erasmo de Rotterdam, en su Elogio de la estulticia que, aunque nos lo han querido traducir como 'locura', no deja ser tontuna, monda y lironda: Se nos quiere tontos para darnos besitos como a los niños o a los ancianos, pero que no nos enteremos de nada.

Pues aquí estoy yo, aprendiz de Quijote, como siempre, intentando que ni en verano, con el calor en la sesera, se nos olvide pensar algún ratico a la semana. Convencido, como Gloria Nistal, «que las palabras tienen alas / y cunden como el ejemplo /las palabras tienen eco / y prenden muchas mechas».

Al final me he tenido que comprar otra cámara de fotos, porque me costaba más el entierro que la abuela. Mientras tanto puedo presumir de colegas que han corrido a socorrerme prestándome las suyas, como mi amigo Cayuela y mi amigo Nilot. Como menos es más, ellos han estado fotografiando con las pequeñas, mientras tanto. Bueno, en realidad Nilot se ha ido dos semanas a Nueva York y Washington, con su familia, a visitar a unos amigos, y ha preferido hacer fotos con el teléfono móvil. Efectivamente, el mundo está en pleno proceso de derrumbe fotográfico.

A la vuelta del viaje, me han contado que sus amigos americanos están muy comprometidos en causas solidarias y que hay todavía mucho que resolver contra las desigualdades raciales. Y mira por dónde, nos enteramos aquí del acto criminal cometido por un neonazi contra una manifestación pacífica de ciudadanos a favor de la igualdad. Mientras, el señor Trump, el que se la mide con el de Corea del Norte y está deseando que se lie, va y dice «cosas de radicales» cuando ha habido un acto terrorista de un grupo de ideología violenta y racista contra otro pacifista. Pues eso, que se le ha visto el plumero otra vez al Tío Sam Pato. Sin embargo Orwell se equivocó: El Big Brother no era una Inteligencia Superior que nos controla: estamos en manos de la estulticia.