He dicho en algunas ocasiones que Cartagena, nunca ha perdido del todo unas murallas que la han aislado de su término rural, de su comarca natural y, en ocasiones, hasta del mar Mediterráneo. Me refiero, claro está, a unas murallas mentales que han dificultado que la ciudad vuelque su mirada a la riqueza paisajística, agrícola, patrimonial, cultural y festiva de los pueblos del campo.

Por eso he dicho, que ojalá contásemos en nuestra ciudad con unas fiestas populares que lleguen a aglutinar las costumbres, tradiciones e idiosincrasia de todo el Campo de Cartagena. Sin hablar ahora de las fiestas religiosas en general, ni de la impresionante Semana Santa, y reconociendo el empuje gigante de las fiestas históricas de Cartagineses y Romanos, yo soy de los que piensan que harían falta otras fiestas populares basadas en el paisaje y la cultura de nuestro entorno: Creo que ha llegado el momento de recuperar y actualizar la añorada velada marítima, para celebrar unas fiestas que nazcan de la vida y las tradiciones marineras y, por otro lado, celebrar la realidad rural de de toda la Comarca.

Otras ciudades atraen el sentir de la añoranza por antiguas tradiciones y oficios y un remoto folclore que hunde sus raíces en el pasado y en la realidad campesina. No se nos tiene que caer los anillos por ello. En todo el mundo civilizado, incluso en capitales y ciudades modernas, vuelve a estar de moda la recuperación o la conmemoración del legado de nuestros antepasados. Así, desde las labores de la siega, la trilla, la labranza, el pastoreo, el riego con aguas de pozo, de balsa, o de las ramblas, la molienda de los molinos de viento, los cultivos de secano y también de regadío, las canciones y los bailes del folclore popular, los trovos, la artesanía del esparto, la caña, la palma o del encaje de bolillos, los juegos tradicionales como los bolos, las carreras de cintas a caballo ?

Son un patrimonio que hay que conocer, reconocernos en él y darlo a conocer como algo nuestro, como un legado que no hemos de desdeñar con la ingratitud, ignorancia y ceguera de unos nuevos ricos. Hay muchos ejemplos entre los pueblos que celebran sus fiestas patronales y mantienen estas costumbres en sus festejos tradicionales. Sería muy bueno para la cultura, el turismo y el liderazgo de la ciudad, el hacerse eco de toda esta otra cara de lo nuestro, ponerlo en valor y aprovecharlo cultural y turísticamente y, sobre todo, para disfrute del personal.

Estos días, disfrutando del ambiente en las calles con las Cruces de Mayo, comentaba con unos amigos que Cartagena está ansiosa de unas fiestas populares, aparte de otras más trascendentes como las religiosas y las históricas. Quizás el momento idóneo es este mes de las flores, coincidiendo con las cruces, no digo que no. Este año he echado de menos la presencia en la Cuesta de la Baronesa, junto al Teatro Romano, de la cruz del Grupo Folclórico de La Palma, por eso valoro su presencia, junto a los troveros, la tuna y la zarzuela en la cruz de mayo del Ayuntamiento. No soy yo de esos a quienes les gustaría que se erradicasen las vestimentas festivas propias de Andalucía, máxime cuando el flamenco y los trajes de flamenca son algo muy nuestro desde hace siglos en nuestra sierra minera y en otras zonas de la Región y cuando hasta en Barcelona se celebra la Feria de Abril. Pero creo que si Cartagena recoge la participación de la zona rural de su entorno, los pueblos irán aportando su cultura, sus tradiciones, y sus vestimentas propias.

Basta una visita a la Casa del Folclore de la Palma y una explicación de su presidente P edro Antonio Gómez García sobre los tesoros que allí guardan, para empezar a abrirnos la mente de que los trajes de cartagenera son algo más de la simplificación que se hizo en la época franquista con la Sección Femenina. Tenemos muchas cosas que descubrir sobre nosotros mismos y todavía mucho que celebrar. Y siempre abiertos a los pueblos de la Comarca, de la Región y del Mediterráneo.