Querido alcalde, con el debido respeto: Terminada la Semana Santa aquí me tiene usted de vuelta, dispuesto a continuar esta relación epistolar que, como ya he dicho otras veces, solo intenta destacar algunas de las noticias relacionadas con nuestra ciudad y que a diario nos llegan a los ciudadanos de a pie a través de los medios de comunicación.

Sin embargo en esta ocasión me va a permitir que le exprese un sentimiento personal que nace de la experiencia que, a lo largo de la cuaresma primero y, después más intensamente durante de la Semana Santa, he vivido en primera persona, dada mi condición de cofrade californio y sampedrista, vinculado al área de protocolo tanto en la Cofradía como en mi agrupación.

Dice el refrán, perdone que vuelva una vez más a esos dichos populares que para mi encierran la sabiduría más genuina que se puede encontrar, que «es de bien nacido el ser agradecido». Por eso quiero expresarle públicamente (y sin que sirva de precedente) mi gratitud como procesionista por haber estado presente en tantos actos religiosos, culturales y sociales. Ya sé que muchos pueden pensar que es lo menos que se espera del alcalde de una ciudad que, durante siglos, ha visto pasear por sus calles unas procesiones de Semana Santa únicas en el mundo y que además están declaradas de Interés Turístico Internacional, pero, seamos sinceros, hasta el año pasado, coincidiendo con su llegada a la presidencia de la Corporación, hacía décadas que no veíamos una implicación tan decidida de nuestra primera autoridad municipal.

Debo decir que no ha habido acto al que se le hubiera invitado, y al que usted haya excusado su presencia, llegando incluso a tener que planificar cuidadosamente el horario de algunos días concretos para poder asistir a todos los que había previsto. Es más, creo que no desvelo ningún secreto si digo que, en alguna ocasión le he visto acudir espontáneamente y sin previo aviso a una de esas ceremonias intimas que tanto representan para los procesionistas, como el día del traslado de la Virgen del Primer Dolor al altar mayor de Santa María, la víspera de la Salve Grande california.

Y puesto ya en plan laudatorio, (repito, sin que sirva de precedente. No vaya a acostumbrarse) no quiero olvidarme tampoco de ese magnífico primer concierto de marchas de Semana Santa en formato sinfónico que pudimos ver el Sábado de Pasión en el Auditorio El Batel, organizado por el Ayuntamiento.

Sinceramente pienso que iniciativas como esa, que subrayan el carácter cultural de nuestras procesiones, son las que se necesitan para, de una vez por todas, darlas a conocer en el exterior y divulgar algunas de las particularidades -en este caso la música- que las hacen singulares e irrepetibles.

Ojala que este sea el primero de otros conciertos que, a lo largo del año, sirvan para dar continuidad a la Orquesta de Cámara de Cartagena que tan buena impresión nos dejó a todos los que pudimos escucharla. Chapó para la Orquesta, su director Jaime Enguídanos y para los cartageneros Javier Pérez Garrido y José Alberto Pina, autores de los arreglos y adaptación de las partituras.

Sólo me queda una duda. No sé si los concejales de Podemos, que tan beligerantes se han mostrado con la Semana Santa, acudieron al concierto, o por tratarse de marchas de procesiones, decidieron hacerle también su boicot particular.

Me cuesta trabajo comprender los argumentos que utilizan para justificar su animadversión a unas fechas que, más allá de su indudable carácter religioso, representan una de las tradiciones culturales más antiguas que todavía conservamos y que arrastran a miles de cartageneros. Por no hablar de la repercusión económica y de los beneficios que representa, directa e indirectamente, para muchas familias que, desgraciadamente en algunos casos, no atraviesan por sus mejores momentos y que se suponen que son el principal objetivo de sus acciones. Espero alcalde que algún día entiendan que una aspiración política no puede superar, y mucho menos reemplazar, los sentimientos y las emociones de nadie. Y creo profundamente que eso es para muchos la Semana Santa de Cartagena: sentimientos, emociones y, en mi caso, también recuerdos. Muchos recuerdos.