Cartagena tiene un mal endémico en una parte muy importante de sus ciudadanos, y es que se están acostumbrando a que nos resuelvan nuestros problemas por pequeños que sean; eso sí, sin que ello implique el comprometernos lo más mínimo por conseguirlos. A veces, creemos que desde el Ayuntamiento tienen la obligación de que nos lo den todo hecho.

Como muestra sirva esta anécdota. Una noche y, a unas horas donde nuestro alcalde disfruta con su familia suena el teléfono del señor López. Al otro lado, un ciudadano de un pueblo de la comarca de Cartagena le pide al señor alcalde que le resuelva un problema para él muy importante. Como Pepe López es un alcalde atípico, que se acerca al pueblo e incluso da su número de teléfono personal, este buen vecino le expone lo siguiente: «Señor Alcalde, se me ha caído una cabra a un pozo seco y no tengo quien me la rescate. Por favor, resuélvame el problema».

También sirvan como ejemplo las reivindicaciones del hospital Santa María del Rosell. La primera manifestación, un número aceptable de participantes; la segunda manifestación, menos de la mitad que la anterior, y eso lo saben quienes deben de tomar determinaciones al respecto. 'Arrancada de liebre y parada de burro'. Digo esto porque ahora, tendremos encima de la mesa dos 'patatas calientes': la ZAL y el Corredor Mediterráneo, y esto sí que afecta al futuro de nuestra ciudad, a nuestro futuro y al de las generaciones siguientes. Decía mi amigo Ortín que perdemos demasiado tiempo culpando a los demás de nuestros errores y nuestros males, y puede que lleve algo de razón. Debemos buscar fórmulas para resolver nuestros problemas y eso pasa inevitablemente por el apoyo a nuestras instituciones cuando creamos que es de justicia. No esperemos que nadie venga a solucionarnos nuestro futuro.

Por cierto, el domingo estuve en Cieza viendo una corrida de toros con un cartel de primera línea: 'El Juli', 'Perera' y 'Talavante'. Me decía mi buen amigo Pepe Balsalobre: «Desde hace una semana estoy buscando restaurantes para quedarme por la mañana al sorteo, después comer y a continuación a la plaza, y tuve que utilizar la influencia de unos amigos para conseguir que nos dieran de comer. Cieza parecía una ciudad grande, gentes de todos los pueblos y ciudades, y comercios llenos. Los bares para qué contarte; se olía a fiesta por los cuatro costados. ¿Te imaginas nuestra Cartagena con la comunicación que tenemos con todas las provincias limítrofes?». Pues sí, pero pasa como con todo en nuestra trimilenaria: todo se eterniza y en el peor de los casos se acaba diluyendo.