Los años veinte del pasado siglo fueron testigos de la transformación urbana de la ciudad y del nacimiento de lugares de esparcimiento como el que hoy ocupa nuestra historia. El 18 de julio de 1924 se inauguró en plena calle Mayor el bar Excelsior, propiedad del industrial Domingo Martínez Gómez que no dudó en invertir su dinero para hacer de su establecimiento un lugar de referencia. Para la decoración contrató a uno de los mejores tallistas de la ciudad, Aladino Ferrer, conocido autor de algunos de los tronos de nuestra Semana Santa.

Del artista decía la prensa local lo siguiente; «su gusto artístico, el elevado concepto que él tiene de su arte, ha llegado a difundirse, atravesando los reducidos límites de la ciudad, para abrirse amplio campo fuera de ella», y del bar afirmaba «que todo el confort moderno y todas las exigencias de la época ocupan un lugar desde la amplia higiénica y alegre cocina hasta el mobiliario de rico estilo y modernísima construcción».

A todo ello se unió un detalle curioso que consistió en la instalación de un filtro para el agua según el sistema Doggio, llamado así por su inventor Ramón Doggio, y con el que se daba al agua un delicioso sabor y una delicada transparencia.

A partir de ese momento el Excelsior o Gran Bar Excelsior ofreció un servicio esmerado, o esmeradísimo según su publicidad, y cuatro años después de su apertura decidió abrir el Kiosco Excelsior en el paseo del Muelle Alfonso XII uniéndose a otros clásicos como el Suizo o la Palma Valenciana que también disponían de sucursales en este espacio.

Allí se sirvió en el verano de 1930 una estupenda merienda a los niños pobres de la ciudad que fue amenizada por las bandas de música militares y en la que se elevaron globos grotescos por el pirotécnico de Puertollano señor Brunet. Cuatro años después el Ayuntamiento confió al Excelsior el espléndido lunch con el que se agasajó al comandante Ramón Franco tras su vuelta a España en hidroavión desde los Alcázares.

Los años treinta también trajeron la música al local de la mano de cuartetos como el del notable violinista Alfredo García, a quien acompañaba entre otros su esposa la pianista Encarna Segura, padres de los conocidos músicos y compositores cartageneros ya fallecidos Alfredo y Gregorio García Segura. A ellos se sumaron otros artistas como el también violinista José de Bedia García quien compuso un pasodoble al torero Juan Martín-Caro ´Chiquito de la Audiencia´.

Esta tradición musical continuó en los años cuarenta con la denominada Gran Orquestina Excelsior que amenizaba los bailes que se celebraban en la Terraza Excelsior y en la que también actuaban artistas contratados como es el caso de la canzonetista Sagrario La Gitana.

Fueron tantos los artistas que el señor Martínez decidió en 1944 construir un camerino para que éstos se pudieran cambiar. A pesar del éxito obtenido todo parece indicar que el local de la calle Mayor se cerró y el único que se mantuvo abierto algunos años más fue el del muelle Alfonso XII. Curiosamente de éste último se conserva en el Archivo Municipal una factura de julio de 1947 de unos cafés con leche y asiáticos que se tomaron unos obreros del Ayuntamiento, dato que nos indica que en Cartagena cualquier época era buena para tomarse un asiático, no sólo en invierno.