La historia de hoy está dedicada a dos de las múltiples academias de enseñanza que funcionaron en nuestra ciudad y cuyos orígenes se remontan al siglo XIX. En 1889 se fundó la ‘Academia Poch’ de Luis Poch y Arnell, perteneciente a una familia de tradición militar, hecho que seguramente influiría en la temática a impartir en dicho centro. El señor Poch impartía además clases en la Escuela de Industria de Cartagena donde tuvo de compañero al historiador y pedagogo Antonio Puig Campillo. En esta Academia se daba preparación completa con separación de clases para las carreras del Ejército, Escuela Naval Militar, ingenieros de la Armada e ingenieros navales civiles.

Entre el personal docente junto a su director se encontraban el capitán de corbeta e ingeniero mecánico naval Carlos Rubio, el teniente coronel de Inválidos Ramón Carlos-Roca, el capitán de Artillería de Ejército y diplomado de Estado Mayor Luis Aragonés y el capitán de la Marina Mercante Enrique Campillo. La asignatura de francés corría a cargo de Luis Cabrerizo y de la de dibujo se ocupaba Andrés Barceló, que fue discípulo del pintor cartagenero de origen cubano Ussel de Guimbarda.

La importancia de contar con un centro de este tipo radicaba en que los aspirantes a cualquiera de estas carreras no tenían que desplazarse a otras ciudades para efectuar la preparación. Además la Academia contaba con plazas para internos y medio-pensionistas y no interrumpía sus clases durante el verano.

Por todo ello no era extraño leer en la prensa local cada cierto tiempo noticias como aquella que decía: «El joven Ángel Tapia, que ha obtenido la tercera plaza en las oposiciones para el Colegio Naval Militar, ha sido preparado en la acreditada Academia Poch».

Después de más de treinta años de actividad la Academia dejó de funcionar al fallecer su director en octubre de 1923.

Locales apropiados y profesores competentes

La ‘Academia Blázquez’, cuya fundación se remontaba a 1885, empezó su andadura bajo la dirección de Concepción Blázquez Mancebo, maestra de profesión y que acabaría uniendo su vida a la del poeta lorquino Antonio Para Vico. El traslado a la ciudad del Sol de la docente provocó que fuera su hermano Julio el que tomara las riendas de la Academia que tuvo su sede en calles como Caballero, Sagasta, Puerta de Murcia o en la plaza del Rey.

Inicialmente se especializó en bachillerato, magisterio y carreras especiales aunque luego ampliaría a oposiciones a cuerpos auxiliares de la Armada.

En sus anuncios decía que contaba con «locales apropiados, profesores competentes y biblioteca a disposición de los alumnos».

El ingreso en la Academia costaba diez pesetas, los cursos completos quince y había honorarios reducidos para principiantes. El horario de clases era amplísimo, abarcaba desde las siete de la mañana hasta las doce de la noche, y disponía de clases nocturnas para empleados y dependientes de comercio.

Lamentablemente, al igual que sucediera con la Academia Poch, el fallecimiento de su director Julio Blázquez en 1939 provocó el cierre de este centro de enseñanza donde se formaron miles de cartageneros.