La nieve caída el pasado miércoles en nuestra ciudad hizo que los cartageneros viviésemos un día histórico, porque como ya escribió alguien en la prensa local en 1890 «en invierno la nieve es en Cartagena lo absurdo, lo anómalo, la negación de las leyes más inmutables de nuestra meridional naturaleza». Pero esa nieve le sirvió a quien esto escribe como excusa para dar a conocer hoy la historia a grandes rasgos de los pozos de nieve cartageneros. Antes de entrar en detalle sobre estas construcciones hay que aclarar que los terrenos donde se ubicaban no estaban situados en nuestro municipio sino en Totana, y más concretamente en el paraje de Sierra Espuña.

Los pozos de nieve, como bien contaba el investigador histórico totanero Ginés Rosa en el libro que dedicó a esta materia, eran edificaciones cerradas de forma cilíndrica, construidas con cúpulas de ladrillo o piedra y coronadas por una especie de caperuza cónica. En los pozos se iba introduciendo la nieve caída en época invernal, aplastándola y compactándola, y en su parte inferior disponían de orificios para la evacuación del agua. El transporte del hielo a las ciudades se hacía en caballerías y por la noche para evitar la pérdida del material, algo que aunque fuera de forma parcial solía suceder con frecuencia. El uso dado al hielo era tanto sanitario para tratamiento de los enfermos como hostelero para las horchaterías, bares, restaurantes y cafeterías.

Respecto al origen de los pozos cartageneros éste se encuentra en la decisión adoptada por el Cabildo Municipal el 21 de julio de 1601 siendo Corregidor Municipal el doctor Diego de Frías Ramírez. Dicho acuerdo aparece nombrado en el ´Catálogo de los Bienes de Propios´ elaborado en 1924 entre otros por el cronista Federico Casal y decía así: «Que atentos a los excesivos calores que hace y que la experiencia ha mostrado que el beber con nieve produce salud y excusa y quita muchos achaques, particularmente en esta ciudad, donde acuden muchos príncipes y señores que carecen de este regalo y bien, por tanto atento a lo susodicho y a la gran utilidad que a esta ciudad y a sus Propios se seguiría al hacer una casa donde se recoja nieve para los veranos, y que de allí se vaya trayendo a esta ciudad donde se venda a precio moderado, acordaron que dicha casa de nieve se haga en los términos de Totana o Alhama».

El acuerdo se llevó a cabo encargándose de la construcción del primer pozo el maestro Juan Zabala y desembolsando el Ayuntamiento 5.515 reales. A éste seguiría un segundo pozo en 1601 y así hasta un total de cuatro pozos de nieve y una casa de albergue complementaria a los mismos, aunque el hecho de que otros municipios construyeran también pozos hizo que hubiera más de veinte en total en la zona.

Era habitual que el Ayuntamiento arrendara este servicio a particulares y para ello sacaba a subasta el arriendo que en 1920 corrió a cargo de un vecino de Alhama llamado Francisco Andreo. Es más que posible que fuera uno de los últimos en gestionarlos pues el progreso tecnológico y la producción de hielo de forma artificial provocaron el abandono pocos años después de estos pozos de nieve cartageneros.