De pequeño, para los que vivíamos en el campo, uno de los acontecimientos más extraordinarios que podíamos ver de uvas a peras era la venida de la rambla. En Pozo Estrecho hay un caserío con ese nombre, ´La Rambla´. La rambla, llamada de El Albujón y que viene desde más allá de Fuente Álamo, recogiendo aguas desde las lejanas sierras, va a parar al Mar Menor y, en la actualidad, continúa recogiendo las aguas de multitud de los drenajes que se construyeron cuando la concentración parcelaria que se hizo tras el trasvase Tajo-Segura. También recuerdo que cuando la rambla iba desbordada, el agua iba a parar a la boquera, que atravesaba el pueblo. Era como una calle muy honda que recogía todas las aguas de las lluvias y las alejaba salvando las casas y sus habitantes.

Hoy día todo ha cambiado porque la boquera se rellenó, los drenajes de las parcelas han sido modificados sin permiso por los agricultores, desviándolos u ocupándolos con arbolado o cultivos con la agonía de no desperdiciar ni un palmo de terreno, agonía que les hace cultivar hasta la misma línea del asfalto, comiéndose cada vez más todo tipo de zonas de protección y de arcenes. Se ha construido en ramblas y veredas, y lo peor de todo es que los educados ciudadanos contribuyen a la causa arrojando mierda no reciclable sobre estas ramblas, conducciones, boqueras y drenajes. Todo esto dice mucho de nuestra desidia, mala educación y, más aún, de nuestra inconsciencia.

Por si no teníamos bastante ya con el evidente y galopante cambio climático, ahí estamos los ciudadanos, las grandes empresas agropecuarias, cierta parte del sector de la construcción y algunas actividades industriales€ Nunca pasa nada y sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena. Al final viene la rambla y, en ocasiones como ahora, no es un espectáculo para la admiración de los niños. En estos días de temporal cientos de personas salían a fotografiar y grabar la subida de las aguas y a compartirlo por WhattsApp, incluso hemos bromeado sobre el tema. Es cierto que el agua en estas tierras sedientas es todo un espectáculo y una fiesta, pero al final la cosa se ha escapado de nuestras manos. Las aguas han buscado sus antiguos cauces y han anegado todo lo que el hombre ha ido levantando en su camino: nuevos campos roturados, colegios, hospitales, centros comerciales e incluso viviendas. Nuestra avaricia no tiene límites, pero al final viene un diluvio ante el que la ciudadanía, sobre todo las más modesta, está indefensa.

El agua es necesaria para la vida y en nuestra Comarca siempre estamos clamando por ella, pero también trae la destrucción y nuestro miedo debiera enseñarnos para la próxima. Tanto las autoridades, los empresarios, los agricultores y los ciudadanos hemos de ser conscientes de que no podemos campar alegremente mientras modificamos y destruimos nuestro medio ambiente. Hemos de aprender e invertir dinero y energías en que la próxima vez no se llegue a estos extremos. Seguramente se declarará zona catastrófica a lugares de Mazarrón, Los Alcázares y San Javier. Especialmente es preocupante el efecto de estas aguas llenas de lodo de los campos de cultivo en el ya moribundo Mar Menor. Ahora hay que arrimar el hombro, tenemos otra oportunidad para darnos cuenta de que nuestro entorno es una prioridad y en ello no hay que escatimar recursos, ni esfuerzos conjuntos de las administraciones, la sociedad y la ciudadanía.

Todavía pasaban las aguas por las ramblas de Pozo Estrecho cuando un vecino ha cogido con sus propias manos un pez en la carretera. Quién sabe de dónde vendría, tal vez se había desbordado el canal del trasvase. He parado y le he hecho una foto y me he acordado de que o cambiamos o por el mar cagarán las liebres.