Todas las semanas, por lo menos una vez, suelo subir por la calle del Ángel y llegar hasta nuestra maltratada Plaza de Toros-Anfiteatro Romano, que ni una cosa ni la otra. ¡Qué pena de nuestra joya milenaria, el anfiteatro! ¡Qué pena de nuestra histórica plaza de toros! Y, ¡qué pena de nuestras ocultas e ignoradas raíces culturales de esta milenaria ciudad! que sufre la sinrazón y el comportamiento de los poderes públicos, que no apuestan por poner en valor la inmensa riqueza que atesora y que, sin duda, podría colocar a nuestra trimilenaria ciudad de Cartagena como la capital cultural del Mediterráneo.

¿Se imaginan el decumano máximo, la calzada romana (subida a la calle del Ángel), ligada con el anfiteatro romano y un centro de interpretación, todo bien comunicado y perfectamente visitable? ¿Creen ustedes que daría vida a toda la zona oriental de la ciudad? Pues no les quepa ninguna duda que si toda esa riqueza histórica se ubicara en la capital, Murcia, ya estaría puesta en valor, y vendiéndolo a los cinco continentes.

Ojalá y algún día se obre el milagro y a quienes corresponda y tengan la decencia de trabajar por y para ¡¡¡toda la Región!!!, en un ataque de cordura y sentido común, sepan descubrir lo que Cartagena podría aportar vía cultura, turismo y ocio.

Recuerden que en alguno de mis artículos sobre mi Cartagena Taurina les prometí que desmenuzaría los manuscritos que tuvo a bien regalarme José Brotons, este poeta, doctor, maletilla y, sobre todo, gran aficionado y entendido del arte de la Tauromaquia.

Pues les voy a comentar que me envió un cartel de una corrida en Cartagena de 1905, concretamente, de un once de junio, a celebrar a las cuatro y media de la tarde. El cartel: Pascual González 'Almanseño' y Antonio Giraldez 'Jaqueta', con toros de Emilio Campos, de Sevilla. Fíjense qué subalternos llevaban: 'Armillita', Malaver, 'Lavaito', 'Martitos' y 'Cocherito'. Se anunciaba entonces que el día anterior se celebraría la 'prueba de caballos', siendo la entrada gratuita. También habría entrada franca para ver el desencajonamiento. Sirva como referencia de aquel entonces el despacho de billetes (entradas), el cual se encontraba en la Glorieta de San Francisco, esquina con la calle Adarve, en la agencia de ferrocarriles. La entrada general única era de 1 peseta, y media entrada para niños menores de 9 años y militares costaba 0,50 céntimos; primera barrera 2 pesetas; segunda barrera 1,50 pesetas; y palcos altos con 4 sillas, 5 pesetas.