Afalta de 26 días para despedir a este peculiar año 'en funciones', que por algo es bisiesto, hoy en Cartagena tenemos la suerte de disfrutar de este lunes típico de final del otoño, con sabor prenavideño, arraigado ya a una semana que se suele presentar de buen cariz tras adueñarse de la fiesta del Día de la Constitución y de la festividad de la Inmaculada Concepción.

Según los entendidos, dejando a un lado el Estatuto de Bayona de 1808, la historia del constitucionalismo español inició su andadura con la Constitución de 1812, familiarmente conocida como la Pepa, y ha estado aderezada de fuertes dosis de inestabilidad, en lo relativo a las normativas; y de una marcada falta de interés, por parte del pueblo llano. Pero lo importante es que, mañana, más de doscientos años después de aquellos episodios iniciales, los españoles celebramos la ratificación de la actual Carta Magna -ese lejano miércoles 6 de diciembre de 1978- mediante un referéndum apoyado por el 87,7% de la ciudadanía, incluida la catalana; y que durante sus 38 años de vida solo ha sido necesario modificar en dos ocasiones; la primera en el año 1992, para adecuarla al Tratado de Maastricht firmado en el seno de la Unión Europea; y la segunda, en el año 2011, para fijar el famoso techo de déficit del Estado.

No obstante, dado el escenario político actual en el que 'conviven' el constitucionalismo del Partido Popular, y a veces el del Partido Socialista Obrero Español; el histórico y oportunista nacionalismo catalán, al que a veces se une el vasco; y este "novel" populismo de izquierdas tan necesitado de gestos, marketing y coletas, y tan sobrado de sofismas, soflamas y progresismos; todos tenemos en mente que las posibilidades de que nuestra Constitución cumpla los 40, sin sufrir los avatares de una tercera reforma, son más bien escasas. Por otro lado, aunque nadie ha definido con exactitud cuáles serían esas posibles reformas, cierto es que dinamitar la actual forma del Estado, cambiar sustancialmente el panorama territorial, reformar una serie de derechos o incluso estrechar ciertas libertades ya conquistadas; son algunas de las sombras que se ciernen últimamente sobre nuestra Carta Magna. Aun así, no debemos de perder la calma puesto que semejante tarea es de todo, menos sencilla, por la rigidez que arropa a tan solemne norma y por el amplio consenso partidista que sería necesario para ello. Y si por casualidad lo que algunos persiguen es la reforma total de la misma, ya entraríamos en un terreno demasiado pantanoso que acarrearía la disolución de las Cortes, por parte de Felipe VI, la convocatoria de otras elecciones generales y la apertura de un periodo más o menos largo sembrado de nuevas incertidumbres.

Así pues, miremos adelante con el optimismo correspondiente tras la subida del salario mínimo y disfrutemos de este 'macropuente', porque España es una gran nación que ya se ha visto en otras peores y, a la vista está, que siempre ha salido más o menos airosa de sus agresores.