Amodo de 'captatio benevolentiae' que decían los clásicos y 'sin animus molestandi' que decía La Trinca, me excuso de antemano si a alguien molestan mis escritos, en concreto, el de hoy. Antes de que nadie me tache de antirreligioso o de beato, les doy la razón tan pancho. Ciertamente, uno es bastante peor de lo que a menudo se cree, pero sirva en mi descargo encomendarme a las dudas de tantos santos y sabios, verdadero acicate para intentar ser mejores buscadores del buen camino, que nunca es el de las certezas ni por donde andan los rebaños.

Admirar el mensaje de Jesús de Nazaret y su ejemplo de vida entregada es mucho más sencillo que seguirlo, que es lo que él quería. Ver lo más divino en su persona es un gran descubrimiento que ha cambiado la vida a mucha gente a lo largo de la historia, incluido a muchos que anteriormente lo habían negado o perseguido. De ahí a que realmente seamos seguidores suyos todos los que estamos bautizados o nos creemos 'cristianos a nuestra manera' pues va un trecho. Jesús, el galileo, fue condenado a la muerte más horrible de su época por la conjunción entre el poder religioso y político, y un pueblo encabronado y manipulado que prefirió votar al sinvergüenza de turno para que se fuera de rositas.

Antes de armar la de dios es cristo con el espectáculo que hemos dado este fin de semana en Cartagena, deberíamos ser conscientes de que si Jesucristo volviese al mundo en este preciso momento, sería, sin lugar a dudas, finalmente crucificado, pero con métodos modernos, más o menos contundentes según si naciese en Murcia, Cartagena, USA, Sudamérica o Siria, pero quitado de en medio seguro...

No soy yo partidario de la provocación gratuita y menos de la de con ánimo de lucro, hasta me aburre aquello de 'Épater le bourgeois', dejar fritos a los burgueses, que decían los simbolistas franceses. Seguramente que mucha gente de buena voluntad se ha visto molesta por el cartel que la Revista Mongolia ha realizado con la imagen de la Virgen de la Caridad, utilizando la de los dos políticos americanos del momento. Pero hay un dicho que dice que 'a palabras necias oídos sordos'. No soy nadie para dar lecciones, y menos de teología, pero ¿de verdad Jesús, el de Nazaret, el que se indignaba por el negocio del templo y de la religión, se habría escandalizado tanto por un cartel?

Tal vez habría que indignarse más por la situación de los hermanos que sufren, y cuando digo hermanos no me refiero solo a los de cofradía, religión, partido, ciudad, lengua, país o raza, sino al género humano, en sentido laico. ¿No éramos todos hermanos? Pues más nos vale dejar de molestar a los que tienen creencias y de sentirnos molestados los que las tenemos, y vamos a lo importante. Bastantes guerras de religiones hemos tenido, y bastantes estamos teniendo.

Yo me imagino a Jesús entre nosotros, mientras está curando a unos pobres refugiados, junto a los que nadie quiere estar porque huelen mal, porque son distintos o porque tienen mala fama u otra religión, y le va alguien con el cuento de que hay unos descreídos que han hecho un horrendo cartel con la divinidad. Creo que él les miraría con ternura y les diría: 'Dejemos al teatro lo que es del teatro. Poca cosa es ese cartelico ¿no? Si os digo la verdad, mi madre, mi padre, mi familia y mis amigos no tienen tiempo de esas minucias, sino que están entre estos pobres que vosotros abandonáis porque estáis muy ocupados con vuestras salves'.

A los satíricos también les pido respeto e inteligencia, que vayan contra los poderosos, que no escandalicen al pueblo sino a los gerifaltes políticos, económicos, incluso religiosos, que a veces es muy sano. Pero es solo una petición, porque tengo muy claro que como sociedad hemos de ser una comunidad plural, diversa y laica.