Uno de los factores que afecta a la conservación del patrimonio cultural es la mal entendida ortodoxia, que deriva en la no contemplación de una de la cualidades de las obras de arte. Ya que éstas, no sólo representan un momento histórico determinado y una mentalidad acorde a ese momento, sino que también posee una historia propia que se encuentra unida de manera íntima y consustancial al conjunto, por tanto, no debemos olvidar este aspecto antes de la intervención. Posiblemente es el patrimonio arquitectónico y arqueológico el que ha sufrido la ausencia del estudio previo. En las intervenciones de finales del siglo XIX y principios del XX, la simplificación formal, traducida en la pureza de un sólo estilo, provocó el desmontaje de aquellos elementos que no coincidían con el resto de la obra.

Como secuela de esta actitud 'pseudo-puristas' han aparecido subproductos culturales como simulacro de patrimonio arquitectónico, despojado de todos los valores históricos, descrito por el historiador del arte, escritor, filósofo y pedagogo austríaco Aloïs Riegl: «Desde siempre, el valor de novedad ha sido el valor artístico de las grandes masas, de los que poseen poca o ninguna cultura, frente a lo cual, el valor artístico relativo, por lo menos desde el comienzo de la Edad Moderna, sólo ha podido ser apreciado por los que tienen formación y cultura estética. A las masas les ha complacido desde siempre lo que se mostraba de modo evidente como algo nuevo. Siempre se ha deseado ver en las obras humanas la victoriosa acción creadora de la fuerza del hombre y no la influencia destructora de las fuerzas de la naturaleza, hostil a la obra humana. Sólo lo nuevo y completo es bello según las ideas de la masa; lo viejo, fragmentario y descolorido es feo». Reflejando de esta manera el reconocimiento del monumento como algo que pertenece al pasado. creando una arquitectura para-histórica: portadores de valores edilicios al margen de la Historia o en contra de la misma.

Para prevenir es necesaria configurar una mesa compuesta por un conjunto de profesionales estructurados horizontalmente, donde se plasme las diferentes disciplinas que integran la Restauración, ya que sin profesionales adecuados y cualificados que desarrollen criterios de protección del patrimonio histórico edificado, a menudo, en manos de un solo profesional, careceríamos de la visión crítica necesaria.

El intrusismo es otro factor que puede provocar el deterioro o en último caso la pérdida. Los bienintencionados, atrevidos, profanos y neófitos, que atienden exclusivamente a criterios económicos, son los ingredientes de una receta que nos arrastra a la calamidad. Habitualmente estas prácticas se llevan a cabo en pequeños bienes rurales, aunque se han visto casos en algunas ciudades, en los que se remozan fachadas o paramentos interiores que en aras de la comodidad o de modas, transforman bellos originales plenos de influencias en idealizaciones historicistas .

En cualquier caso, la 'Carta de Cracovia' nos indica que: debe evitarse la reconstrucción en 'el estilo del edificio' de partes enteras del mismo. La reconstrucción de partes muy limitadas con un significado arquitectónico puede ser excepcionalmente aceptada a condición de que ésta se base en una documentación precisa e indiscutible. Si se necesita, para el adecuado uso del edificio, la incorporación de partes espaciales y funcionales más extensas, debe reflejarse en ellas el lenguaje de la arquitectura actual. La reconstrucción de un edificio en su totalidad, destruido por un conflicto armado o por desastres naturales, es solo aceptable si existen motivos sociales o culturales excepcionales que están relacionados con la identidad de la comunidad entera.

Esto significa que lo que debemos aplicar son tratamientos de conservación, la reconstrucción del monumento, aunque sea parcialmente, en la gran mayoría de los casos no es aceptable, ya que corremos el riesgo de crear un vacuo decorado realizado como atracción turística a modo de parque temático patrimonial.